Beatriz acude por favor a la planta sexta, donde en estos momentos se están haciendo unos churropetones entre el oso hormiguero y el carro de Manolo. Ella sale corriendo asustada por si eso pudiera ser el principio de un escándalo.
Vuelve tranquila, cuando se cruza con Silvia, le habla de un posible desprendimiento que podría producirse en los ojos de la planta séptima. Esta, hasta ahora ausente, recoge enseguida su costurero de la computación cuántica y se arranca por si pudiera pasar a muchica. Cuando llega allí toma conciencia que no ha terminado de mirar bien y que en esos momentos debiera escuchar, por si como en los tsunamis, existe un silencio que avisará por donde llegará la cresta.
A todo esto, esta última, encrespada suelta unas palabras llenas de sarcasmo que restallan sobre la espalda de un talón que también puede tener su punto de Aquiles, pero sólo desde una visión frontal.
Llegado a este punto, más arriba para desde ahí lanzar una mirada cenital que advierta a toda la ola que no sólo una parte puede ser la anunciante de un estruendoso discurrir a pies juntillas, pero habiendo tropezado con hilo invisible o en su defecto con un baldosin más asomado de lo normal para un correr de arrastre de dedos y las subsiguientes partes
Y es de esta última, por donde Silvia que se sintió aludida, pero al estar enfrente tuvo una visión equivocada de su interlocutora, quien tocó la de Beethoven, pero dos antes de la novena. Claro al percatarse que esa que esos ojos andaban cambiándose de planta aunque confirmamos que era la correcta dicha pero empezando por el orden estipulado según marcan las normas de las buenas costumbres de un pais en el que no estamos y por ello, debemos pedir más permiso de lo acordado por las leyes que son intercambiables para los que dicen que estas son sus refencias. Bien sea en la séptima, octava o en luna menguante, aunque ahí con un pronóstico más incierto.
Visto todo lo acaecido y, aún pensando, Beatriz, que no se lo hubiera debido decir tan de sopetón, por lo que tiene de cercanía con chupetón. Fue al mirar las alpargatas prima y principal del sexto cielo cuando se dió cuenta que todo era fruto de un malentendio porque esos lametazos eran trazos de una línea, unida a un círculo incierto que había provocado que dicho animal hubiera sido ofrecido para tirar de la grupa con la cual, Manolo tuvo una mala reacción.
A todo ello, en la planta cuarta, Silvia reflexiona sobre todo lo acontecido y mientras en ella se rasca como para pensar, pues es ahí donde en algun momento pareció encontrar la neurona que muchos medios para confirmar que había salido en rutas desconocidas. Además, protección y eso que contemplábamos la primavera como un lugar lejano y sólo por las hierbas nacidas como también de reposo y pacimiento.
Al final Beethoven estaba preparando una nueva melodia pero Aquiles tuvo ese punto flaco y creo que por ahí se escaparon todas esperanzas, buena y ella, Matea; nombre difícil de combatir por ser parienta de una diosa, ocupada en breves, aunque bravas, salidas, que para los enemigos eran entradas.
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