He salido otra vez al campo y me ha dado por excavar, en profundidad. Yo creo que buscaba preparar un agujero para plantar un olivo. Me hacía ilusión; pero en un momento dado, toco algo con un tacto diferente. Lo he ido palpando y me he dado cuenta que podía ser un libro.
Escribo las primeras letras para ver si pueden formar una palabra. Zigzaguea y pareciera reclamar cada sílaba su identidad pero al juntarse, jadean por su nacido nuevo mundo. Se besan apasionados; el sacerdote, Luis Piedrahita la bendice y sale a la mar donde lianas las unen con nuevas palabras y de esas frases, se materializan los antes imposibles lejanos horizontes; mezo sobre las olas de las montañas antes imposibles. En las crestas, encuentro espumas con besos para pasar a las otras vertientes, con otros cauces. Desnudé tantos y tantos actos para quedarme con las corrientes que me transportarán a otras orillas, aunque allí deberé cuidar los acantilados que expulsan piedras para sembrar abandonos.
A las nuevas frases, las proclamo rebeldes para que no sea uno absorbido por los océanos abisales, de lo ya tallado como mi destino. Mis saltos suben con mi voz para destruir murallas que quieren atrapar mi nacimiento
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