sábado, marzo 08, 2025

Simplicius en el Berliner

    Simplicius es así, no le da para ir a una chirigota, que es su sueño húmedo y coge una foto de Bertold, con un señor abrazándole, que siempre pareció mayor, a sus pies y se pone estupendo.

   Que ya lo dijo aquel Miguel, le pones a aquel corrupto un dios y ante un ataque de dignidad, le dice, gracias chaval, ya no me hago el harakiri, que es lo que decían, hacian los japoneses; tú me lo perdonas todo.

     El señor, un poco mosca, le espera, pero sin parrilla

     - Mira, chico que si no hay arrepentimiento, ya lo escribieron tus ancestros, el perdón no te lo puedo dar.

      Tú, que cuando has llegado hasta aquí, por algo será, te arrancas y le invitas a una cervecita, bien fresquita, como las del Claudio, unas papas fritas y (alto) unos chipirones, Quillo, recién cogidos, ahí delante, en la Bahia le aclara a su sorprendido interlocutor. Y yate te lo tienes ganado.

       Alguno, como Simplicius mira para un lado, luego se centra en el otro, van sus ojos abajo, también arriba y parece un alemán , con uno de Guada que va su puñetera bola, "mi no comprender"; " no veo nadie".

      Aquí el corrupto está en nivel dios, para eso se ha puesto y le añade: eso es lo que os pasa a los migrantes, sean de Sur o del Norte, que no tenéis fé

        ¡Dios!, le vuelve a mirar Simplicius. Que buena está la cerveza.

       Al señor Barragán, un día, le dio un ataque de dignidad; no debe ser nada bueno; muchos viven sin ella. Decíamos que se quitó sus aperos de artista y quiso demostrar que era un dandi. Desapareció.

      A muestro sobrado, nunca le podría dar semejante enfermedad, dice que es eso.

        Por la mañana, oye, Chico ahí te he dejado la ropa, elegante y falsa ok ara la ocasión.

          Él, mira lo que le han escrito; hoy modo Fantoche. Dos tallas menos, es lo que tiene que piensen por tí.

           Procede al ensamble, ¡Perfecto! el atuendo. Nuestro ser, se ve ridículo y se lo dice al espejo, soy un ente. De cara a la calle, ningún problema, la apariencia es la justa. Qué mas da, murmura, extasiado, luego al ordenante se le caen monedas, 30, que son mi riqueza y para él, el no pagó de impuestos.

    Me inflan a dinero, a punto de orgasmo, por tapar mi cara barbilampiña, como tras una helada

        Simplicius adormecido, se ve en una pesadilla; ladilla, le maltratan por comerse los chipirones, en un descuido, cuando aquel miraba cara a la puesta del Sol.

     


No hay comentarios:

Siameses y mercader

Siameses y mercader
Zaida, Fernando y