La necesidad de pintar el mundo como lo ve; cientos de miles viajando en metro, en trenes, viendo las televisiones, oyendo la radio donde no se desajusta lo que ya le han impreso durante años.
Josep está en un campo de concentración de Francia, tras la guerra civil; algunos de sus carceleros, allí, pueden desarrollar sus bajos instintos, la animalización del diferente justifica en los cercados con detenidos la excusa para ser sádicos cuando no ven enfrente a personas. Tanto entonces, lo mismo, hoy. En su misa matinal de bar el oficiante sataniza a su bestia, mientras calla su propia miseria en la aceptación de una lideresa que a la venida de la muerte, le puso el cascabel del maltrato. Focalizar en lo otro para olvidar lo que somos.
El poder siempre favorece que los instintos de sus seguidores se desaten. Dan miedo por sus bravuconadas que lanzan sobre los débiles con total impunidad y a ellos les permiten parecer ajenos a sus violencias.
Militares, con el ayer, sin ser consecuentes ni con su propia corrupción, ni con su propia traición, que no se les hace ver ni hoy, ni en aquel entonces. Los amos del dinero extienden velos de impudicia sobre los sirvientes malhechores.
Sólo cuando se les señala de forma muy directa, aparecen los Risto que no pararon las difamaciones contra personas que no se podían defender en su programa y desquiciados sacan los adjetivos que tienen en sus entrañas para intentar desprestigiar a quienes denuncian que esos brutos de músculos están al servicio de personas cercanas a ese pretendido guía de un programa sin compromiso; limpieza con alfombras de tanques.
Cómic de Paco Roca, cómics para abrirse a otros idiomas. Lenguaje para aprender de quienes fueron y como nos queremos relacionar.
Comprender, aunque sea ahora, para continuar haciéndose
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