lunes, marzo 10, 2025

El cuaderno de bitácora

  Salí hace seis meses; había estado anclado ocho años en aquella isla y recuerdo el día en el que partimos, Dulce dijo que ya estaba todo listo.

   Bajamos la nave al agua, metimos la comida para los dos, pero en el ultimo momento me dijo que estaba embarazada de una nena, seguro, y la llamaría Eva; así pues me obligó a partir, recordándome un pacto que hicimos al conocernos, el de respetar las decisiones personales que tomáramos en cualquier momento de nuestra vida, por muy dura que fueran.

   Un pequeño escalofrío me recorrió el cuerpo, mi hijo mayor Adán estaba también en la isla pero no lo habíamos visto desde hacía un año.

    El día que partió nos dio por muertos y, saber que vivimos lo tiene que conocer pero, no sé si será su sentido de la culpa o que ya no quería saber nada de nosotros, siempre prudentes, siempre conformes con aquella vida tan alejada de sus aspiraciones.

    Empezar a remar, fue como si llevará cuchillos en los brazos y manos, según iba pasando de uno a otro. Cuando ya pude bajar la orza e izar la vela, antes no, la vela venía de frente y no había profundidad como en aquella playa de docencia, de hace infinitos años.  realice un través, más favorable hacía poniente, para una vez ganado suficiente mar, poder virar y hacer un bordo que me permitiera pasar aquel golfo, sin otra nueva maniobra. 

    No quise mirar para atrás, seguro que me irían volviendo recuerdos de aquel tiempo pasado. Nunca en mi vida anterior había follado cada día como si hubiéramos ansiado salir al Océano, como adictos a las nuevas experiencias que nos abría cada puesta de Sol. Había tiempo para dormir, con una profundidad que envidiaba a las exploraciones mutuas en las que nos olvidábamos del tiempo.

     Ahora, había naves que parecían querer cerrarme el paso. No estando seguro, como habíamos construido, nuestro palo mayor, me dispuse a hacer las viradas que se hicieran necesarias.

     El horizonte lo habían pintado como encerrarme, me dirigía aquel, dicen los terraplanista que podría caer al llegar al borde. Los miedos existen para esclavizarnos, en todo momento sentía una angustia en el vientre por la incertidumbre, mucho más sana que caer en los brazos de los que parecen los dueños.  

    

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