Días en agua y verde sin ser Asturias; el paisaje se diseña para amparar la efervescencia de una naturaleza en explosión.
Direcciones de nubes esperadas; escondidas bajo los chamanes que hacen mirar los charcos como si fuera el cielo.
Amenazan hundirse entre las canciones cuando a cada instante lo diluyes entre la más mínima disonancia
Si, es exigente, no permite que se escape un silencio de corchea, ni un punto en la misma, ni una secuencia que no es melodía, y si la obvias en su medida, porque tú decides ser creador, cuando no es tu tiempo.
Empezó un reto al que no estaba preparado. Miro sus partituras, escucho los pálpitos y aún así le dijeron, levanta la vista, siente los puntos de apoyo que te proporciona aquel sabio. A esto le dio muchas vueltas; no atisbaba ni tan siquiera el suelo, por la atención que le requería cada uno de los compases por donde debía pasar.
Había repetido, creía, ciento de millones de veces cada parte de cada una de las partituras y sin embargo, sabía que aún tenía que parar el tiempo, como aquel Butragueño, para encontrar en ese particular punto, otra cadena de contratiempos, cambios de ritmos pero, y más importante, donde le quería llevar aquel director. Esto último le parecía una marcianada pero tenía que llegar a ello, si o también.
El mundo hoy te envía un tic y ya te has vuelto majara porque ahí está la esencia para reconocerte un vagabundo contando estrellas para luego encerrarlas en una línea acústica.
Y sueñas que un día, escuchando al incansable Bob cojas ese momento y lo hagas especial, lo revistas de tí y por ahí salgan tus miedos, sueños, amores y el inconformismo, para hacerla sentir especial y única a aquella nota a la que habrás besado y abrazado, compañera de otro día al que hacer especial, reconociendo la sonrisa desamparada de un niño al que un milico, creyéndose enviado de su dios uniformado, le arrebató del regazo de su padre y el beso de una madre protectora.
Embarcarse cada día en letras para juntarlas en un abrazo a Jesús o en grito al cielo de ¡parad de asesinar! son niñas, madres y padres. Encontrar a Dylan y reinterpretarlo clamando que el amor por esos seres sufrientes, es como un cuervo con su ala rota, expuestos a los fríos de las armas apretadas por pulsos sin corazón.
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