viernes, marzo 21, 2025

El lobo y el bosque

   Cuando salió Pedro a por uvas, Headi, hija de Eusebio, nieta del abuelito  se quedó contemplando la tarde y dentro de esta, aquella valla que contenía 2000 piernas y 500 narices; habían estado juntas toda la mañana y se habían entregado con Félix, Juanjo e Irene, aquellas perras tan valiosas, a mover por aquellos prados del valle el rebaño 

   Recogidas y habiendo animado a Pedro a bajar de las montañas, ella se quedó recordando las palabras que se habían dicho por la noche, junto con el chico, que ahora, a duras penas permanecía en el colegio.

    Desde hacía meses, Pedro sabía que se tramaba algo entre aquellos ganaderos circunstanciales que querían estar a todo, a las duras y las maduras. Romantizar su tarea pero, sin asumir algunos de los peajes que tienen cada uno de los trabajos. 

    El Patrón de ellos, Don Quinto Pino del Prestige, era la invocación que realizaban para no asumir que el lobo podía estar merodeando pero también controlado con medidas que les eran propuestas por los naturalista.

     Era un lugar arrobador, lo recorría de día, tarde y noche; se cruzaba, poco, con algunos ejemplares de la gran desidia de la industria de la caza que nos les importaba que se escaparan para contento del común de los cazadores; como al millonario no le importa que se le escape alguna parte de su micción para que parezca lluvia que traerá bienes, añaden.

    Habían obviado todo el equilibrio que aporta a aquella naturaleza, alimentándose de los animales más débiles, ayudando a regular el ecosistema.

     Headi, preparaba un buen bocadillo para cuando llegará Kilian, que lo tomó, casi al mismo tiempo que emprendía su eterna carrera.

      Pedro, sentado en el autobús, leyó alguna uva pasa que ponía en el enésimo eco de sociedad bien pensante que decía: "ahora con la extinción del lobo podría hacer trekking más tranquila", como en los últimos veinte años que los había hecho por los corredores de los grandes centros comerciales, añadió, no sin sorna, nuestro ganadero.

     Se sentía sólo, aún en una íntima comunión con la naturaleza. Igual que en aquella película turca o de no muy lejos; tan primitiva en apariencia, donde descubría que con la llegada codicia, incrementada por los apostadores con ruletas trucadas, se había obtenido un dinero rápido pero se habían eliminado las colmenas al extraer toda la miel, sin dejar alimentado a las abejas.

      Kilian se adentraba en el bosque con la idea de coger aquellas trufas con las que haría la cena a su madre. Después estudiaría como existían seres que soñaban ser parte de la naturaleza, su profe les dijo que les enterraron en cunetas y surgieron flores por las que hacerse humanos, pese a las garras de otros seres odiadores.

       

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