Estás en la viña próxima; cansado, a oscuras y con ese frío que ya nadie te lo quitas. Bebe y tomas agua. Levantas la vista y la ves, siempre la percibes, incluso a tu pequeña nave le da sombra.
La admiras y aunque es un invierno que quiere llegar, en mitad de tener, esta época, los meses más cálidos en siglos. Lo imaginas lleno de hojas pero está vez, si cubriendo a nueces que si han cuajado y se muestran de forma impúdica y glotona. No suele suceder, es una tierra que siempre guarda una helada para exhibir la imagen más tétrica que te pueda aterrorizar.
Cuando ese frío mata el fruto, antes que las hojas disimulen las consecuencias, durante varios meses, se te muestran las nogueras arrasadas en luto. Sus brazos caídos, como en desesperación perenne, te ofrece el enésimo apocalíptico año sin nueces; el cuadro que soñaste pintar, único y eyaculando vida, se llena de lazos negros, flores acribilladas por la brisa, no de una guerra que provocan los políticos comerciales de la industria armamentística, sino el viento del Norte que baja por el manantial seco
Ahora, tras este momento, enajenado, porque, sólo, es una visión. Olvidas la ultima fila y su muñeco que no asusta a nadie y quieres ¡Vivir! debajo del nogal. Sus tentáculos te atraen y te abrazan, tocan el suelo, como para darte calor porque se hicieron humanos.
Dentro, te adormeces, sueñas notas hiladas, sin pespuntes en los que te avisen que la cosa no es así. Te importa, como te va a dar lo mismo destruir la belleza de Cádiz Cofrade.
Dormitas y surge de cada rama un recuerdo de quien lo regó, quien lo labró; luego lo podó y por último, le ayudó a la luz en ese orgásmico año, lleno para el alajú.
El conjunto era bello, pero en cada parte encuentras un motivo para la crítica. De esa noguera, en estos días lluviosos, solo vez su desvalidez y los motivos para repudiarla y desterrarla. Existen oscuros sucesos con el que justificar tu repentino y violento alejamiento.
Tú, sin embargo, sigues ahí y sucede que es ese desflorado árbol quien se apartó.
Le ves marcharse, hastiado de ser juzgado y entonces te quedas tú solo y te tienes que dar cuenta a ti mismo de tus actos, las aceptaciones que has metido en tu vida.
Llega el escalofrío y delante tuyo, tú y a lo lejos los Galayos o tus horizontes. A los primeros, el camino para su exploración se presenta sinuoso; a los segundos, llegarás con la nave de extraños pasajeros y tripulantes mercaderes.
Las nogueras siguen ahí, con sus imperfectos años.
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