Todo para transcurrir; no muy lejos alguien escribe una parrafada, sobre algo que no sucedió. Puede ser una inteligencia artificial (IAr) guiada para dar veracidad a lo que no existe; puede ser una inteligencia amoral (IA) que intenta soportar una narración de algo no ocurrió de esa manera, porque cree tener el poder, piensa aplicarlo desde las amenazas, servirá de domesticación a quien crea que puede dejar en evidencia, lo que esa élite está defendiendo.
A Pablo González, periodista encarcelado en Polonia, por cargos que no han llegado a sus abogados, le escuchamos ayer, con su profunda voz, en el programa que le dedicó La Base, en su programa 94 de esta época.
Fue ilustrativo que contrapusieran el tratamiento periodístico que está recibiendo esta decisión de encarcelarle que dura ya 2 años, con el desarrollo informativo que la mayoría de las Medias de nuestro país está dando al caso de un asesino, reconocido por él mismo, que eliminó a su amante de una manera cruel, por premeditada y ejecución. De este caso, ponían ayer, se ha llegado a hablar como si el español ejecutor fuera alguien a quien admirar; mientras que la prensa propagadora han dejado insinuaciones sobre Pablo González que no tienen sus abogados, ni el gobierno. El ser vasco, de origen ruso por ser un nieto de los niños de la guerra que salieron del país durante la guerra civil que produjo la rebelión de una parte del estamento militar. Trabajar para Gara, también le penaliza. Aunque también cubriría la información para el grupo de Antena 3, cuyo rama, la Sexta, en una de las últimas conexiones le tuvieran 45 minutos grabándole, con militares ucranianos detrás.
Una sociedad empujada por una prisa, sin personas, transcurre como el mejor de los mundos posibles, porque admite que toda una nación, gobernada y dirigida por unos corruptos, que han tirado para adelante, puedan estar cometiendo un genocidio. Ese mágico mundo te cubre los ojos y el ánimo cavando una fosa jurídica en la que quieren enterrar a Julian Assange, porque hizo periodismo y nos dio la oportunidad de conocer a quienes, al final sentimos, que esa capa, sombrero de copa y varita no pertenece a la construcción de un maravilloso mundo, sino que se edifica sobre actos criminales cometidos en otros países. Las fresas envueltas, vendidas por un euro, esconden en sus envoltorios las deplorables condiciones en las que son recogidas por migrantes que son vejadas en su condición humana.
Aquel periodista que le hizo esperar y le ha dejado en la estacada; ese ministro que nos pide que confiemos en sus palabras tratan de paralizar la necesidad de respeto por cada uno de los seres humanos. Del antifascista que pasará cuatro años, por mor de una construcción que le condena. De los 6 de Zaragoza, que son los chivos expiatorios de una protesta contra un partido que genera odio, y que parece ahora será eliminado porque la función para la que fue creado ya no se sostiene. De Pablo Hasel que en sus letras se hacía eco de lo que se había probado y que ya lleva más de dos años de cárcel.
Incluso en los pequeños espacios, que muchas veces valoras, que no merece la pena la lucha, se establecen esas acciones depravadas del cambio de una verdad, por una mentira para establecerla como normativo lo que no debiera estar permitido en un centro público, por respeto a tan diversas personas que pasan por estos lugares.
Empezar a perder nuestra identidad en las cosas pequeñas.
A Pablo González, le han encerrado porque nos lo quieren mostrar como aliado de lo que dicen es el lado correcto de la Historia. Esa que ahora se empieza a dar cuenta que había que tener negociaciones, como en su momento defendió, quien fue satanizado por lo que se ahora se abre paso, negociar. Quienes hablaron de esa necesidad era Inna, Manu, Sara, Pablo y otros, como Rafael Poch y sí, ocurrió en La Base
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