Escribe mientras en la pantalla se difuminan las efigies de los ególatras, que han tomado los medios. Se diluyen entre las ondas con las que nos ahogan para idolatrarles por los éxitos deportivos, mientras ellos engordan sus negocios particulares.
Al otro lado de la línea está el amor, AMOR; una mujer comprometida consigo misma, con su honestidad y empatía hacía los otros y que esparce fragancias de abrazos entre quienes tienen la suerte de poder compartir sus gotas de autenticidad.
Unos dedos se entrelazan con su origen y tantos instantes que los vistieron durante la vida. Son los últimos pálpitos en unos de ellos.
Se escapan suspiros y vida; no se podrán tener los abrazos cerrados por las palmas; siempre la acompañaran los que se derramen desde los seres queridos que siguen deslizándose sobre las olas que se cabalgan por alta mar en la que las orillas se van entreviendo.
Despedirse de quien te acompaño desde tu engendramiento; líneas de las palmas surcadas por manantiales internos que os crearon lazos de continuos actos de amor.
Girarte un instante hacía el objeto que mira él, que arreglasteis cualquier mañana de un verano infinito en el que el tiempo se posaba sobre los afanes para encolar ese cuadro, que ahora enmarca aquellas mañanas, sólo vuestras.
Hace fuerza sobre tí, ese dedo con el que tocaba timbre cuando se deslizaba por el pueblo, con esa bicicleta, con la que bailaba a los años. La agarraba y entonaba un pasodoble y surcando aquellos mares de asfalto o tierra, proclamaba la Mancha, como tierra aventuras, tejidas con las agujas del corazón y del compromiso con los otros. Hace cosquillas ese dedo; te dice que muchos, alrededor, te ven continuar esa danza. Y la necesitan, aunque ahora estés ahí, agradeciendo al ciclo de la vida, los encuentros que te depararon, porque detrás tenias raíces de besos y hojas de caricias.
Siguen está mañana bullendo el cariño que vas repartiendo en tantos encuentros provocados. Tienes la madera del cuidado a lo interno de los otros, que da un fuego que no se extingue. Queda la pregunta de si te correspondemos, porque eres tan imprescindible.
El amor, se apoya en la colcha, mesa de esos dedos que repiquetean la canción de Luis Eduardo Aute, "La Belleza", todo se reviste de un tiempo sin límite, por los rincones del corazón.
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