Te pones a bajar; por las orillas ves restos de antiguas riadas. Maleza que has visto en alguna personas, la ves materializada en árboles caídos, con sus ramas que parecen zarpas en las que se pueden desgarrar tus ilusiones de una nueva bajada.
Más adelante una piedra que no recordabas en aquella cama, parece descansar por si te atrevieras alguna vez, a bajar cuando ya no es tu tiempo. La observas por si cuando te sientes un Goliath enfrentándote a la naturaleza, el pequeño río prepara la onda de su rebufo para que girando sobre si misma la expulsará derecha hacía tu prepotencia hasta que esta se arrodillará ante el reconocimiento a la madre naturaleza.
Te lo piensas, como hace tres semanas en la que decidiste que aquel río plácido de verano, escondía corrientes en las que pudiera zarandearte aquella sensación de poder, cuando volviste a palear durante tres horas. El mismo día, que el sifón de su vida, que nos había dado la posibilidad de compartir instantes de inmensa felicidad, y risas con Raúl, cerró su salida, por la que sólo había entrado él y no nos lo devolvió para que nos volviera a dar todos los rasgos que daba de inmensa humanidad.
Seguimos por la corriente que nos zarandea por días de cansancio extremo y encuentros en los que te anuncia que no naciste para la comodidad en la que puedas ser halagado en aguas plácidas, de las que salga el monstruo que te adormezca para girar sobre la nada.
Son días en los que escribir con el boli del inconformismo de quienes nos despiertan de las malas posiciones cuando ya nos dejamos caer rendidos.
Por su frescura, por la viveza con que las gotas pugnan con nuestro sudor. Amamos seguir embarcados en exploraciones
No hay comentarios:
Publicar un comentario