Genero horrores que no me pertenecen, otros, quizás; nunca fui inocente, ni puro, ni transparente. Formó parte de un mundo que se mezcla en todos los instantes.
Voy lanzadísimo, he cogido la lengua de agua y encima de la ola cabalgo sobre sus espumosos lomos. No, ahora no quiero parar, porque aún con el miedo en todo el cuerpo, en el fondo, es un placer: gotas que se desparraman tras golpear la cara para convertirse en pequeñas brisas que me la acarician; ligero control imaginado, creyendo llevar las cinchas de la veloz embarcación que golpearía con sus crines, manos y cuerpos avanzando en medio de la olas-
Sensación de unión con la naturaleza en su estado más salvaje, ramas enrabietadas que te devuelven la violencia transmitida, escarpadas piedras de pendientes increíbles, ardillas lanzadoras de piñas desde su particular caseta de ferias, toda la alegría de compartir un momento único con nuevos compañeros de viaje.
No sé si
durará muchos cientos de metros, quisiera que no se acabara nunca, quiero mirar
más y más lejos, el futuro lo encuentro fácil, sin muchas dificultades;
aquellas piedras a las que me acercó o aquella espuma, en la que parece bullir el
agua, creo que no encontraré problemas en salir adelante, porque siempre parece
seguir su camino y por lo tanto confió en que así será; vi que no alguna vez no
lo fue
Cuando mi embarcación se acerca a la, ahora, inmensa piedra y
a la marmita de aguas de mil burbujas saliendo de cocidos fondos, clama en mi
mente una absoluta duda. Hasta entonces había ignorado a los taimados piragüistas
que desde la orilla del río me habían arrojado cuerdas como araña ansiosa de
presa; aprecié las cuerdas en su último punto de agarre ante un peligro
indefinido.
Atisbo en tierra al último piragüista a pocos
metros del lugar de encuentro, entre la piedra, la espuma y mi inabarcable
poder. Él está firmemente anclado en una piedra, lleva casco y un chaleco salvavidas,
para estar en tierra, los primeros que me había encontrado, me habían parecido
demasiado aparatosos, quizás ridículos, ahora en el último momento he decidió
agarrarme a la cuerda, soltarme de los puntos de apoyo con las que me había
hecho unidad, con la piragua y quitarme el cubrebañeras que tapa el hueco de la
piragua por donde ahora salída de la misma. En la orilla un minuto después, observé mi
kayak en pleno momento de cocción entre la espuma y la pared, todo se convirtió en un amasijo que ya no volví a ver, tragado por no se sabe que o quien.
Antes, salirme
de la corriente, ha sido más duro de lo que pensaba, creía que tenía más
independencia pero no, el agua me tenía muy bien atrapado. Me había llevado con
la misma fuerza a uno de los momentos más excitantes en mi vida que a uno de
los que hubiera podido ser uno de las situaciones más trágica que podría haber
vivido; de hecho, me tiemblan las manos al tratar de escribir en qué estado he
llegado a la orilla, no me quedaba una pizca de fuerza, las bocanadas con las
que tomaba el aire habían descoyuntado mi quijada.
Después de
tomar el agua que me ofrecía el kayakista y comer una pequeña pieza de fruta,
me he puesto a disposición de mi nuevo amigo, pero este no me ha reprochado
nada, sólo me ha pedido que tras cambiar la ropa húmeda por una seca, me
quedará unos minutos con él. Allí en aquel instante, en aquel día, hubiera
querido que fuera una vida el poder permanecer viendo la destreza con la que me
enseño la técnica con la que podría viajar en comunión con las grandes olas,
pero también salirme en el momento anterior a entrar en un peligro irresoluble.
Cuando bajaba pletórico en el medio de la ola, no me daba cuenta que a ambos lados de la misma, existía un agua más tranquila; probablemente la veía, pero me parecía tan aburrida que incluso la despreciaba y sin embargo es tan divertido utilizar las dos fuerzas, para quedarse parado, en esta última cuando el cansancio o el peligro se podría incrementar. Era cuestión de conocer y repetir una pequeña técnica.
Aprendimos y sobre todo fijamos, lo aprendido con la paciencia con la
que nos enfrentamos a la adquisición de pequeños automatismos.
No me enciendas, “estoy miedoso”
Creando vínculos que parten ante zapatillas
Con las que me refugio de las realidades.
Soñaba abrazarme
Al enfado de actos revelados
Para caer rendido a la comprensión;
Pero es tan triste la realidad aferrada a su
Desnudez muda, que
Mañana me ofrezco al árbol que envió
Sus ramas al manantial exhausto.
Donde quepa el agua que necesitan los troncos sin raíces
En tierras poseídas sin germinar.
No pudo esperar mis idas y excusas entre dibujos sin cauces.
Cogeré los inmensos corazones Cristina
El asa es contundente pero se adapta:
Porque, llegar a restañar donde duele…
Está por encima de parar en debilidades.
Late enorme,
Pero no permite derrama..
Les pone las tapas de sus besos en abrazos.
Y de esa marmita saca sus piernas de vuelo
Sus brazos, incontables, para dar futuros,
A veces tristes, de un día siguiente; mas
Cada instante arrastra aguas a lunas nuevas
Ríos silenciosos, limos recibidos en mareas
Donde trabar lazos para ser fluidos sentidos
Porque a veces, destruidas las cristaleras
Zarpamos para ya no dejar de sernos
“Open Arms”
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