domingo, febrero 11, 2024

Agua

 Genero horrores que no me pertenecen, otros, quizás; nunca fui inocente, ni puro, ni transparente. Formó parte de un mundo que se mezcla en todos los instantes.

 Voy lanzadísimo, he cogido la lengua de agua y encima de la ola cabalgo sobre sus espumosos lomos. No, ahora no quiero parar,  porque aún con el miedo en todo el cuerpo, en el fondo, es un placer: gotas que se desparraman tras golpear la cara para convertirse en pequeñas brisas que me  la acarician;  ligero control imaginado, creyendo llevar las cinchas de la veloz embarcación que golpearía con sus crines, manos y cuerpos avanzando en medio de la olas- 

 Sensación de unión con la naturaleza en su estado más salvaje, ramas enrabietadas que te devuelven la violencia transmitida, escarpadas piedras de pendientes increíbles, ardillas lanzadoras de piñas desde su particular caseta de ferias, toda la alegría de compartir un momento único con nuevos compañeros de viaje.

No sé si durará muchos cientos de metros, quisiera que no se acabara nunca, quiero mirar más y más lejos, el futuro lo encuentro fácil, sin muchas dificultades; aquellas piedras a las que me acercó o aquella espuma, en la que parece bullir el agua, creo que no encontraré problemas en salir adelante, porque siempre parece seguir su camino y por lo tanto confió en que así será; vi que no alguna vez no lo fue

Cuando mi embarcación se acerca a la, ahora, inmensa piedra y a la marmita de aguas de mil burbujas saliendo de cocidos fondos, clama en mi mente una absoluta duda. Hasta entonces había ignorado a los taimados piragüistas que desde la orilla del río me habían arrojado cuerdas como araña ansiosa de presa; aprecié las cuerdas en su último punto de agarre ante un peligro indefinido.

 Atisbo en tierra al último piragüista a pocos metros del lugar de encuentro, entre la piedra, la espuma y mi inabarcable poder. Él está firmemente anclado en una piedra, lleva casco y un chaleco salvavidas, para estar en tierra, los primeros que me había encontrado, me habían parecido demasiado aparatosos, quizás ridículos, ahora en el último momento he decidió agarrarme a la cuerda, soltarme de los puntos de apoyo con las que me había hecho unidad, con la piragua y quitarme el cubrebañeras que tapa el hueco de la piragua por donde ahora salída de la misma. En la orilla un minuto después, observé mi kayak en pleno momento de cocción entre la espuma y la pared, todo se convirtió en un amasijo que ya no volví a ver, tragado por no se sabe que o quien.

Antes, salirme de la corriente, ha sido más duro de lo que pensaba, creía que tenía más independencia pero no, el agua me tenía muy bien atrapado. Me había llevado con la misma fuerza a uno de los momentos más excitantes en mi vida que a uno de los que hubiera podido ser uno de las situaciones más trágica que podría haber vivido; de hecho, me tiemblan las manos al tratar de escribir en qué estado he llegado a la orilla, no me quedaba una pizca de fuerza, las bocanadas con las que tomaba el aire habían descoyuntado mi quijada.

Después de tomar el agua que me ofrecía el kayakista y comer una pequeña pieza de fruta, me he puesto a disposición de mi nuevo amigo, pero este no me ha reprochado nada, sólo me ha pedido que tras cambiar la ropa húmeda por una seca, me quedará unos minutos con él. Allí en aquel instante, en aquel día, hubiera querido que fuera una vida el poder permanecer viendo la destreza con la que me enseño la técnica con la que podría viajar en comunión con las grandes olas, pero también salirme en el momento anterior a entrar en un peligro irresoluble.

Cuando bajaba pletórico en el medio de la ola, no me daba cuenta que a ambos lados de la misma, existía un agua más tranquila; probablemente la veía, pero me parecía tan aburrida que incluso la despreciaba y sin embargo es tan divertido utilizar las dos fuerzas, para quedarse parado, en esta última cuando el cansancio o el peligro se podría incrementar. Era cuestión de conocer y repetir una pequeña técnica. 

  Aprendimos y sobre todo fijamos, lo aprendido con la paciencia con la que nos enfrentamos a la adquisición de pequeños automatismos.

En cada espacio o tiempo de nuestra vida, vemos diferentes lenguajes, sólo necesitamos estar atentos y querer entender sus claves, querer empezar a realizarlo a veces es el mayor esfuerzo. Cuando superados esos inicios, vemos los avances, pasamos a percibir una nueva realidad, más rica, tan profunda que nos asustamos de su poder.
 El poder que nos ofrece empatizar con quienes ponen en funcionamiento los "Open Arms" para paliar la falta de botaduras de naves de los gobiernos para empatizar con los migrantes, quienes, vienen de países que nos dieron lo que somos.
  
Querida noche

No me enciendas, “estoy miedoso”

Creando vínculos que parten ante zapatillas

Con las que me refugio de las realidades.

Soñaba abrazarme

Al enfado de actos revelados

Para caer rendido a la comprensión;

Pero es tan triste la realidad aferrada a su

Desnudez muda, que

Mañana me ofrezco al árbol que envió

Sus ramas al manantial exhausto.

Donde quepa el agua que necesitan los troncos sin raíces

 En tierras poseídas sin germinar.

No pudo esperar mis idas y excusas entre dibujos sin cauces.

Cogeré los inmensos corazones Cristina

El asa es contundente pero se adapta:

Porque, llegar a restañar donde duele…

Está por encima de parar en debilidades.

Late enorme,

Pero no permite derrama..

Les pone las tapas de sus besos  en abrazos.

Y de esa marmita saca sus piernas de vuelo

Sus brazos, incontables, para dar futuros,

A veces tristes, de un día siguiente; mas

Cada instante arrastra aguas a lunas nuevas

Ríos silenciosos, limos recibidos en mareas

Donde trabar lazos para ser fluidos sentidos

Porque a veces, destruidas las cristaleras

Zarpamos para ya no dejar de sernos

                “Open Arms”

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