Lo he decidido, estaré no una sino las horas necesarias de cada día para que mi habilidad salga a frote. Me he dado cuenta que la entrega mediocre, produce conformismo, pero sin magia
Me han recomendado que contraté un preparador. Miro a mi alrededor, busco en diferentes webs; hago algo una pregunta y me dispongo a elegir.
Miro por el balcón de la casa familiar, de alguna manera soy un privilegiado; de frente, al final de una calleja estrecha veo las faldas de un pequeño monte; verde intenso, aún no ha llegado las grandes heladas. Subo la vista, la cima retiene al Sol, como si quisiera que este lado fuera una pequeña nevera donde guarda la explosión de la naturaleza hasta muy entrada la primavera.
Esta hibernación de todo lo que me rodea, también será mía; primero será organizarme, tener una perspectiva de lo que me espera, de lo que me piden. Me pide que reconozca mis debilidades, que los asuma y camine entre ellas.
Me dice, mi entrenador, que recuerde, que alguna vez fui fuerte; que confié en las seguridades que hubo. Quiero recoger todo lo necesario, libros y otros instrumentos que me ayuden en mi objetivo y entonces vuelvo a ello, que es lo que quiero.
El recuerdo de mi predecesor es importante, como no, pero es más profundo, porque es recorrer cada uno de los instantes que dedicó a su aprendizaje. De eso no se tiene noción cuando todo es superficial, pero devolverme su sonrisa, en cada uno de los ensayos de cada día es sentirle viviendo.
Quiero, voy a ver cada uno de los días, las ocho horas de cada uno de ellos y tener confianza en que todo se irá llenando y que todo terminará teniendo sentido.
Me preguntas por el final, eso es lo más bonito; si te subes al punto más alto de mi pequeño entorno ves el inmenso Alto Tajo, allí, ahora no hay tanta gente; en unas semanas me iré a la ciudad, si me subiera a su torre más alta, a la que iré a prepararme, en momentos puntuales, vería cientos de miles de seres humanos, esperando que yo lo haya aprendido bien.
A quien es más poderoso, me dicen, que le produciré pequeños actos de condescendencia, porque nunca tendré su riqueza. A los que la vida no le ha guardado esas monedas que todo ser debiera tener para que la palabra meritocracia no fuera emputecida, les encuentro en una mirada llena de confianza en lo que yo haya aprendido, para que el peso de una sociedad injusta les caiga de forma equilibrada.
Hoy, aunque sea domingo, en unos minutos, voy a dejar al lado, la preparación exhaustiva que tenía para preparar el saxofón; a partir de este instante, me despido y me empiezo a preparar para ser juez.
La última mirada que lanzó por el balcón es para observar el paso de la ultima burra que existe en todos los pueblos de alrededor. Me rebuzna y la entiendo
No empiezas ese camino de estudiar para ejercer la justicia, para caer en las simas del miedo, que te ciega para pudrirla
Es larga la reflexión de la asna, pero una estrella fugaz comparada con los años que postran a la sociedad sin seres que busquen ser justos
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