Siguió durante años gastando zapatillas, quitándose fines de semana de asueto, sólo porque aquel rastro le había parecido lo más veraz de su vida oscura,
Se quedó mirando a la cima porque era hasta allí donde le había llevado aquellas señales descubiertas. Desde allí, aquel ser desprendía una aura que le pareció le elevaría a los cielos. Quiso correr pero el terreno era salvaje, duro agreste, las pizarras se movían cuando iniciaba un pequeño sprint. Desistió y no perdiendo de vista el suelo, para descubrir todas las indicaciones, seguía mirando aquella posible subida a los templos sagrados. Aquí, en la tierra, había sido albergado en esos mismos espacios, antecedentes de los celestiales.
Su televisión le daba las máximas audiencias. Sus mentiras era limpiadas por la desvergüenza con las que la decían. No había dudas, se lanzaban como una daga y el fantasma que la volvía a tomar y amenazaba, blandiéndola con una pericia que ya era cortante.
Sus inmaculados trajes y su perfecta efigie remataban unas apariencias que le eran atrayentes a los televidentes. Mujeres y no pocos hombres soñaban caer en sus hercúleos brazos. Nadie puede pensar que lo que alberga ese maravilloso envoltorio, en el aspecto moral, fuera la mayor ciénaga moral que podía ahogar a quien creyera que detrás de aquel albornoz se encontraría unas aguas milagrosas, rodeadas de limoneros y naranjos.
La realidad era que no se sabe si porque al mirarse al espejo por la mañana, le había hecho creer que sería un dios, como en esos momentos en que le miraba yo en la cima, que podría obtener todos los beneficios de ser adorado.
Hubo gente más perspicaz que sabía de ese poder de la imagen, se la agrandaron para su ego, pero a cambio le pidieron mentir hasta las nauseas que había llegado aquel negro pozo.
Cuando él quiso jugar la baza de su abyecta mente a la que estaba postrada y acusó a una gran empresa de manipular unas elecciones y la cadena que le había elevado tuvo que pagarla una gran multa para que aquello no llegará a mayores. Aquella amoral efigie fue expulsada de aquellos cielos.
El montón de basura que encuentro al aproximarse a la cima, es la que hace creernos que es un dios, resulta que ha llegado a España, receptor de todo ese tipo de seres depravados, un tal Tucket Carlson. Fue expulsado de la televisión Fox, porque, incluso les superó en canallismo; y lo que no perdonan estos manipuladores, que les hagan perder dinero. Ahora acompaña a Santiago Abascal, se hace vestir, este de la misma seda
Seguir rastros donde encontramos la miseria humana.
¡Zola! ¡no nos dejes!
¡No nos abandones!
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