Dice Rubén que Alberto se quedó a medias, como no queriendo hacer ruido. Porque molestar a las empresas no es bueno. Ellas son finas, trabajan por la ciudadanía, como si las publicidad que engorda a los salvajes, no fuera el sustento de estos y el maná de las traiciones.
Rubén Sánchez que en ocasiones ve muchas cosas, luego va y se encuentra con Alberto que pudiera ser yo, pero es Garzón y se queda justo en la mitad como para hundir las injusticias. No parece darse cuenta que cuando estás están hundiendo el balancín, al final el medio ayuda a rematarlo. Una pena, para él no sé, si será recompensado para los que apoyamos la valentía una decepción. Dice Antonio que has sido un buen ministro y se va sin provocar ruido; pero es que Maestre se adocena con una secta, donde un canalla se jacta de los daños que produce. Raro es que un Antonio no deja a su espejo: me deformas. Deben ser los tiempos. Una periodista de la Sexta lee un comunicado de suma arrr se queja de ser atacada.
La televisión cumple su pacto, defiende a quien la ayuda a dividir. ¡Pues no es traidor, ni nada el mefistolico maquiavelo!.
Sale y dice, le pegan a mi niña, ozu. Y azuza, si mientras lo hace y la dice, tu haz lo contrario de lo que parecía normal y cuando se lo remarcan desde su orilla, entonces el otro dice: llora, que lo proclamamos y la periodista lo dice:
Me la respeten.
Ahora ya, cantamos a María Jiménez y si,
Se acabó.
Visualizar niñerías y egoísmos no es atacar.
Ni ser defendida por un corrupto es un buen camino
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