Tres señorías nos lanzan besos; no ¡besitos!. Están en las nubes y los arrojan envueltos en sus micciones.
Queda por regar huertos, caminos y el coche que no va a ser por crecer, sino por unas cuantas cagadas de paloma que pareciera que había elegido el verde kiwi como su color inspirador, a la vez que liberador.
Mira que hablan de temas desiguales. La subida a la cumbre por dos vertientes tan enconadas que siempre han sido controvertidas, en su puesta en escena.
Se pone el tudel y para adelante. 365 días han pasado de aquel primer día con el profe Víctor. Cada una de sus luces he tocado el saxofón y me he descubierto pudiendo, un poquito más. Ahora ya empiezan las duras rampas de los Alpes musicales, semicorcheas, tresillos. El Izoard con el coche de Balbino. Una subida a los posibles infiernos y lo buscas. Como en la foto de arriba. Allí a los lejos el pico del Águila y la peña Huelva, en esta, una parte de nuestro corazón, en el lugar, el memorial; en nuestro cerebro, siempre sus estridentes pitidos de pálpitos en abrazos de Raúl.
Cada día tocado, un caminar para buscarnos en sonidos desconocidos. Celebrar los tiempos compartidos.
Lo que le iba descubriendo en sus habilidades constructivas. Reír por su exhibición en "el día después", viéndolo en directo, somos surrealismo patrio.
Empezar, mañana, otro año. Explorar montañas; cada una de sus trampas. Con mis pérdidas a pesar de llegar a 200 metros, para después circular durante otra hora para plañir "tocata y fuga de un ser laberíntico"
Haber disfrutado los pequeños encuentros y las salidas del puerto con vela desplegada y la a circulada para soñar con Itacas que nos desperecen de los monstruos , sean internos o externos.
¿Me afinaras? pregunta estás horas de la noche.
Le miro, gracias por descubrirme, pienso
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