Nada existe sin ser controlado, ni incluso el tiempo pugnará por darte la razón. Puede ser, eso si, que alguien te la dé en forma de periódico, pero que tu, en un gesto de supervivencia, renuncias a abrir una primera página.
Tu coges un cenicero y tienes el riesgo que se te caiga la ceniza que otros han provocado. Pero cuidado; coges agua de Doñana, en un terreno de secano, te saltas todas las normas, desecas el parque, produces unos daños ecológicos de la leche y de repente la realidad te da una hostia que te cuesta aceptar, o no; si miras lo que te llega, 100.000 euros por hectáreas.
No es fácil recuperarse del golpe, ni es fácil dejar de mirar al suelo, meneando la cabeza de un lado al otro, con fuerza, y con una sonrisa de un lado al otro de una cara que te ha crecido hasta el desborde.
Reflexionas y crees que lo siguiente que te va a pasar es que se te aparezca una virgen y que te diga, hasta aquí he llegado, ¡tómame!
Dejo sin agua a un lugar esencial para la supervivencia de los hombres, pero también de diferentes especies animales. Empobrezco un terreno hasta lo delictivo, exploto seres humanos y cree dependencias de mis barrabasadas, me dan 100.000 euros, me viene la virgen, vamos a suponer que madura y encima de todo, soy yo,
yo, a quien han subido al pedestal
¡Joder!, perdón, que voy a aparecer en los libros de historia como que he sido un benefactor para la humanidad.
Hablarán de dictadores, de maquiavélicos gobernantes, de grandes erupciones, de algun tsunami, pero yo,
yo
que tenía 10 hectáreas de mierda, a las que había empleado para mi propio beneficio, , he recibido un millón de euros. No me canso de repetirlo, de reirme
San Hago lo que me sale de los cojones, y mis primeros milagros.
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