Si pudiera viajar, estaría ahora en el backstage para salir a escena. No lo haré, por ahora, falta mucha práctica y sólo pensar en Bob Dylan, se me hace el escenario como un asomarse a los infiernos.
Escucho ese precipicio que habla de los otros como demonios, con lo cual se tiene "la sagrada misión" para la que hemos nacido, la de defender las palabras tabúes que nos activan: patria, unidad, comunismo, dios. Enemigos de los desfavorecidos
Situado en ese espacio trasero veo a esas mediáticas estrellas, reírse de haber conseguido llevar abducidos a cada persona que se "han quedado de muestra" hacía el lugar maldito, donde están los enemigos.
Es curioso, enfrente del escenario, personas con la mirada pérdida con la ira, a lo que se añade la capacidad de razonar, disminuida porque ¿para qué?, si las palabras fetiche son la muleta sobre la que se puede apoyar toda una vida.
Desde arriba, en el "stage" vemos a esa especie de "sumo sacerdotes" arengar una y otra vez a sus oyentes. Son palabras gruesas, desacomplejadas. Y es que verdad, mis oyentes, ¿se puede estar indiferente ante la ignominia?
No, no, gracias por ponernos tan fácil nuestras dianas. Os alabamos, os queremos. Proclaman con toda la parafernalia de banderas, gorros, ropajes con la bandera exterior, que es más pequeña que su corazón, engrandecido de tanto amor.
Desde el backstage ves todo. A unos ensoberbecidos de furor y amor por los valores proclamados. A los otros, risueños, poderosos. Y abajo, los cimientos de estos últimos, tapados con esas grandes letras y banderas; levanto estas, no por nada lascivo y me adentro en esas bases y muchas cosas, se empiezan a desvelar: el dinero que parecía uniría un país, por atender necesidades, se desvía por las tuberías que han preparado los proclamadores; entre ellos, se abren puerta que son las opresiones para sus seguidores. El pseudocomunismo lo practican ellos, hacia sus seguidores a los que piden que les apoyen para enriquecerse pero no de forma reciproca.
Encuentras grasientas y a punto de colapsar muchas de las grandes palabras. Bajar impuestos, libertad, y cuando te asomas para ver como esta el patio, observas al que antes vistes más gritón, más convencido, que ahora está con el rostro circunspecto. Se ha sentado, habla por teléfono, te pide que le dejes pasar, para evitar tanto griterío y le oyes, regatear con su seguro, porque siente que se le ha repetido un colapso y desde el otro lado del teléfono le piden un suplemento porque esto no tiene nada que ver con lo que tenía contactado.
Y entonces, le dejas hacer, para que no se sulfure, para que se rehaga y se habla para sus adentros, porque ya no quiere escuchar a sus profetas, tan de oro, encima del escenario; se dice, mi libertad de 15 euros al mes, se la ha comido esa bella imagen, que no me sirve para tener una ambulancia que me solucioné este enorme malestar que tengo.
Me pide que le ponga varias banderas debajo, mientras se tumba y le oigo mascullar, que así, parece que empieza a comprender el valor de estos trapos, darle confort.
Mira a su alrededor, me aparto. Antes de abatirse y pedirme un poco de agua, delira y dice: esto es lo que había detrás de tanta parafernalia.
Se confía, se relaja, se adormece y Bob Dylan, reinterpreta Not dark yet.
Escucho el latido de él, en cada palabra; espero que sea como un bálsamo que sin grandes algarabías relaje a mi "huésped" de tantas mentiras
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