Si volviera a aquel bosque para encontrar el fruto prohibido con el que me extasié mirándote, sería porque me habrías cogido de la mano y en mi boca, ya no tuviera el sabor del saxo, sino de ti.
Ahora tengo miedo de salir a atravesar esa inmensa masa forestal, por si tanta maleza se fuera enredando alrededor de mis pies y luego piernas, hasta tumbarme y dejarme a merced de víboras y anacondas que sonríen cuando te dicen que te van a dar un abrazo, momentos antes de abrir su boca y tragarte para desaparecerte.
Sentado, escuchando una canción, se apaga la música y se enciende el repiqueteo de preguntas. Se erige esa voz como guía espiritual para quienes adoran esa intrepidez en las preguntas hacía Irene o Ioane; el protagonista tiene la admiración de sus oyentes y las llamadas de su conciencia para que cuando llega ella, él sea sólo, un oyente más; porque otro periodista, ¡loas a la profesión! le dictará las preguntas con sus respuestas correspondientes.
El héroe periodista en las entrevistas a "podemitas", podría ser un Héroe para que la canción de David Bowie resonará dentro de su aurea pero miró a su alrededor, vio el logo de sus pagadores; comprendió que los pagos hechos por los zendales, los grandes eventos, en sus sobrecostes, alimentan tanto que sus receptores en su deglutir expulsan parte para que él pueda ser un reconocido periodista, pero no un héroe porque estos sólo permanecen pero cuando ya están muertos.
En medio de ver deglutir una oreja, esta ya no está por escuchar, le ofrezco compartir las reflexiones de canal red. Pero ahí no existe dialéctica. Uno se viste ya con certezas y en estas, no tiene cabida admitir desnudarte de tus camisetas. Si, años después, sigues cosificando, coletas, o animalizando, rata, a quien ofrece otra visión de la sociedad, entonces es que te escurres por un tubo por el que te has metido en tus certezas.
En una conversación por las orillas de los "derroteros" de un río, Santiago Alba Rico y Javier Gállego reflexionan está imposibilidad de comunicarse cuando uno ya ha roto los canales de recepción del que ya odias. La belleza del lugar mece las preguntas que se escapan entre las piedras que son bañadas por unas aguas que fluyen. Absorto, mientras, prefieres mirar al Sol, aunque en tu cuerpo veas los efectos de esa humedad que te baña. El foco de luz te ciega y meterte en las aguas, lo temes, porque te dijeron que te ahogarían tantos rebufos, otros muchos sifones y mas orillas llenas de suciedad. Cuando te atreves y te subes en tu kayak, entre tantos peligros, te ves haciéndote, consciente de descubrirte dentro de mundos diferentes.
Dice Santiago que han vencido, las visiones aristotélicas o eclesiásticas que partían de apriorismo que encerraban las conclusiones en una cueva, por donde sólo entraban las luces de esas fuentes investidas de la grandeza, algo que, por cierto, no tienen talladas, indelebles aunque faros y púlpitos se han encargado de magnificarles.
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