Te mira inquisitiva; confió en ti para nacer entre las palabras que parecías poner en el pesebre de las peroratas en que se habían convertido los círculos en los que te confiabas sin haberte dado cuenta que eso te encerraba para salir a navegar el Cinqueta salvaje, que son los retos que les pones.
Dylan se expone de nuevo, sin dar por supuesto la grandeza que nos mostró.
Si hubiera un final entre las multitudes, no importaría, deberías visitar los desiertos para exhibir que no te conformaste con ser una sombra que huía de lo que hubieras querido ser. Esperaste en vano construirte en otros seres, pero esa construcción era tarea solo tuya. Siempre parece ser tarde, pero la naturaleza agradece las aguas para mostrar su esplendor
Oigo cosas horribles sobre ti, me dice la ilusión, no me importa, toma el sonido de quien trató de identificarte en tus palabras, suelta tu cuerpo de sogas, empieza en un grano de arena a dibujar los mares. Si te sientes reflejado en los harapos, recógelos y enarbola la bandera pirata que tiene la patria de quien se transforma.
Ahí arrojado, inerme, tomas conciencia de los hilos que clavan tus uñas en la tierra para tejer un paño con el que los vientos te levanten; tus labios sellados, se despegan para proclamar "we're alive" y guías el barco por oleajes de voces chirriantes que te llevan a las piedras de acantilados, de las que huyes, una y otra vez.
Manos en el timón para encontrar paisajes entre mis diferentes humores, algunos innecesarios, pero con los que llevo viajando como compañero inseparable desde que parti. Silbare sonatas de Beethoven, preludios de Chopin, pero hoy agitan mis velas las transformaciones de aquella contundente voz: "huiste, no lo vuelvas a hacer. La pandemia fue un tsunami, coge lo que siempre te dio vértigo hacer: llegar a aquel Ítaca"; temiste no encontrarla, pero el griego Kavafis, ya te había dicho: te encontrarás en el camino en el que te fuiste trazando.
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