Miro al agua que se escapa. Me revelo por su poca simpatía por quedarse entre mis manos y sin embargo, aprendí con los años, que humedece las entrañas de lo que nos acompañó y creó la argamasa que cimentó en la memoria. .
Ves partir todas las gotas de los aromas que te ofrece un diferente año, aspiras para no ser arrastrado por el tsunami de la perdida; al fin y al cabo, solo les fuiste un bostezo; construyes un velero con la madera del tiempo compartido y te preparas para embarcar para otra madrugada en la que cogerás el petate, pleno con tus miedos e incertidumbres y no te dará tiempo para pensar que todo lo ya escapado, mereció la pena, porque sobre unas olas cruzadas te abrirán las vías para otros descubrimientos.
Sentirás la pérdida que se irá haciendo impersonal porque era la materialización de tu deseo de amar la vida. En su sonrisa reconocerás todas aquellas miradas buscando ser saciadas de cada segundo entregado al caos. Se aplastará tu chillido por el peso de cada ocurrencia llevada al absurdo fuera de su contexto de ser lanzados al profundo foso de la libertad. Allí, pelearán con caimanes, leones y tiburones dejando en estos el sinsabor de haber sido destronados.
Si hubiera habido un sortilegio la habrías cantado como el joven Dylan para sembrar el dulce sueño junto al lago del tiempo, donde las amapolas besan tus pies.
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