En Sherwood, serie británica, aparecen policías infiltrados en movimientos sindicales durante las huelgas mineras que se dieron en Gran Bretaña. El tiempo del carbón se acababa y Thatcher destrozó el movimiento obrero, dividiendo a los trabajadores, ahogándoles por sus necesidades. Fue cruel porque no les proveyó de nada para su futuro, cuando habían ayudado a crear riqueza en aquella nación en condiciones salvajes e inhumanas.
Aquello fue de una crudeza espeluznante, hablarles de sus capacidades individuales para que murieran ante las barreras cuando creían que habían llegado a las orillas y tan sólo estaban enfrente de unos acantilados inexpugnables.
Es una costumbre de los poderosos, siempre, a la clase obrera cuando la tienen destrozada y minimizada, les quieren destruir, hacer desaparecer; podría decirse aquel dicho de "no es por nada por tí, ni por nada especial, sólo es por dinero" y ahí, no existen límites.
Cuando todo va saliendo a la luz, se ve a jóvenes que al entrar en el cuerpo de los "bobis" se ofrecieron para hacer operaciones especiales. Eran arrojados y parecían por un lado, ayudar a tener un estado, patria, nación mejor y por otro lado, les prometieron unas mejores condiciones de trabajo.
Cuarenta años después, en estos espías existe una especie de arrepentimiento de los males que produjeron en una sociedad que les albergó. Llegaron, esas comunidades confiaron en ellos, descubrieron que estaban adentrándose para delatar a grupos que estaban legalizados y tenían sus propias formas de actuar.
Traicionaron a una sociedad y sirvieron, tan sólo a los poderosos y, al final, como decía el siniestro personaje, comandante nazi Kessler, en su misión de bombardear Nueva York y tras arrestar a quien se le ha rebelado: estamos en el mismo submarino, el pasado no existe y tienes que tirar para adelante, siendo leal a mi mando, Aquí, la espía descubierta, cuarenta años después es animada a seguir, porque siempre estuvo integrada en la comunidad y nada va a cambiar.
En nuestros días, acaban de ser descubiertos casos similares en Barcelona, donde fueron infiltrados movimientos sociales, sin capacidad para robar, delinquir, especular, sólo cuestionar un modelo de convivencia debilitado e injusto con los menos poderosos. Estos días se ha descubierto que a la sociedad le da igual lo que hagan los segundos en sus latrocinios y se asustan con quienes cuestionan capitalismo que en muchos casos, a ellos mismos les resulta insufrible.
Hanna Arendt descubre la banalización del mal y la justificación de esta porque se la han mandado los superiores y mientras nos autodestruimos
No hay comentarios:
Publicar un comentario