viernes, enero 21, 2022

Sentadilla

 Ahi, junto a la ventana, me quedo horas y gentes mirando como en un infinito. Cuando ya he terminado de coser el jersey de mi José y él me ha dado unas friegas en los pies, por si soy capaz de volver andar. Es entonces cuando levantó la vista y veo a aquel que hace sentadillas por un metro de amor, otros por subirse al vagón, otros por si en su salto hacia el cielo, podrían parar la bala que ha asesinado a Breiner en Colombia. Era un niño, a los que podría mirar yo, enfadarme porque no toma iniciativas, o eso me creo, o porque me da la sensación de dejarse llevar por un ambiente de pasividad e inacción. Allí, él, era un niño ambientalista que amaba la zona en la que vivía y no se dejaba comprar por la promesa en la que sueñan, que vivirían mejor. Nosotros nos escribimos, que no podemos hacer nada, mientras no nos falta la luz. 

La bala, como recordaba hoy Guillem Martínez que, a la vez, dijo en una de sus genialidades, Miguel Gila, tenía un gran problema, tenía mucha velocidad y le mató. Algún día nos llegarán los nombres de los sicarios, eso,  es lo de menos, son solo percutores, pero más tarde nos saldrá el nombre de la empresa para la que trabajaban que, casualidad, es alguna que conocemos que patrocina algo que nos gusta ver. En el remate de cabeza de nuestro héroe podría dibujarse el lugar por donde le entró. 

  De Breiner, pese a su corta edad, podríamos leer que es un enemigo del progreso, eso que vamos perdiendo como referencia, cuando veo desde mi ventana que las edificaciones matan la naturaleza; crear necesidades, para atrapar pensamientos.

  ¿Los envoltorios? Se puede tomar las basura de muchos medios digitales que como el papel de estraza, una vez soltada la porquería, la puedes envolver en sí misma y arrojarla como detritus venenoso, como pudo ser el amianto, el cual siguieron poniendo piadosos asesinos cuando ya sabían el veneno que eran.

   Bajas tus ojos y te vuelves a concentrar en tricotar ese ropa para tu marido.

  Sentadilla ya no te sorprendes de los libros que vas leyendo cuando ya te crees muerta de sueño y sin embargo anidan próximos a tu corazón. No sabes, o si, y lo temes, lo pasajero que puede ser todo lo aprendido en "Balas para todas". Cuando cierras la lectura, sabiendo que tendrás que volver a los datos y las narraciones de las seis autoras. Te plantas ante la portada de Azucre. 

  Has oído la trama. Te duele saber la respuesta al imaginarte cuántos de los conocidos que se echan en mano de los ricos, y sus bondades, se hubieran ido a Cuba, tras recibir la oferta de un parlamentario de las muy leales Cortés Españoles que les ánimo a ir hasta allí a trabajar. Más de 1.700 gallegos se fueron allí a vivir donde habían estado los esclavos y sin tiempo para reaccionar, a trabajar como ellos. 

  Lo cuenta en Azucre Bibiana  Candia y sera doloroso de leer, pero necesario.

 Sentadilla, con el Sol iluminando aquellas vidas y sus frustraciones

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