domingo, enero 30, 2022

El mamarracho

 Viendo a Petra Martínez, recibir el premio a mejor actriz, en los Feroz.

  Me alucina su desenvoltura cuando dice que va a hablar de las cosas serias, "el satisfaction" yo me quiero imaginar que por sus Rollings; que más que sea"el satisfayer" para los intensitos, asonoros

   Me ha venido a la cabeza que yo fuera el receptor de ese premio como una vez me dieron la medalla de bronce del deporte de Castilla la Mancha. Ahora, alguno de los que estaban por allí, diría como el fotógrafo de móvil que está grabando a Petra, "mira al mamarracho, en su línea", si lo hubiéramos sabido. Caníbales que creen que el voto que les han dado la ciudadania se lo pueden engullir, como si un día no les pudiera llegar una diarrea mental ante la desaparición de su pedestal, al que se asen con las garras que su codicia afiló

 Yo, en estas cosas que soy muy de dar la razón, incluso a alguno de ellos; porque me razonó, si ha llegado hasta aquí es que puedes ser verborreico, que no vayan a pensar que lo digo como: "es una enfermedad", sino un estado natural de algunos seres sin escrúpulos. Y quien me la dio, tampoco los tenías.

  Me imagino que sería un premio, en mi caso, menor, de los que se dan cuando el público ya se ha ido a los camerinos, por si anda por allí algun aparato, incluso con piernas.

 Confirmaría que yo tampoco tendría temas de los que hablar, así que les contaría lo importante que ha sido en mi vida la vecina. Coincidíamos los dos en un patio interior compartido. Al principio, fruto de malas experiencias, de habernos topado con realidades paralelas, los dos hablamos de medio lado, de forma literal, de tal manera que por nuestra chimenea salían palabras para que no se mixturaran. 

 Por poner un ejemplo, antes de entrar en las palabras que expulsaría en mi discurso de recepción del premio y sobretodo por añadir anécdotas, al párrafo ya se hacía largo.

  Nuestras frases de vecinos "vaya que mala pata, me esperaba un pivón", parecían como ese jurado taimado, pacato, idiota, mercenario que es el "satisfacción" de sus amos, vota lo común aún a sabiendas que la calidad está en otras canciones, pero eso sí, lo justifican porque nunca desapareció una inquisición que es alimentada por corrupciones, inmatriculaciones, advenimientos que padres obedientes a lo establecido nos ayuda a razonar, por si esto fuera una invalidez en nosotros: "estas últimas son rupturistas, comprometidas, desafiantes a la vez que bellas". 

  Así que algo tuvo que pasar por nuestras respectivas ventanas que daban a ese espacio común. Ese, al que las miradas espías de tantos otros vecinos parecían tener acotado bajo el paraguas de sus observaciones con juicios rápidos de condena, comentarios de tendederos para proclamas de leyes marciales de este es esto, y está, aún peor. Temas para llenar vacíos, en los que se habían licenciado después de años postrados ante televisores que les sentenciaban  a creerse eunucos para copular con la razón.

  Un día, ella desde su ventana lanzó un beso teledirigido, pensé yo, que en esos momentos levantaba la vista, tras plantar el ciruelo, con su fruto ya en su vulva como saltándome a una siguiente primavera.

 En la inestable radio iba y venía Lili, Rosemary and Jack of Hearts. Dejé la azada, me quité los guantes, abrí la puerta de mi patio particular para que la voz de Bob Dylan inundará nuestros ojos que ahora se entrelazaban con nuestros pechos desnudos como Delacroix y ella, vio en la comisura de mis labios un poco de Terra, me di cuenta que miraba esas briznas de arena y hierba que besaban un encuentro fortuito, hice un gesto con la mano para dejar alguna senda por donde encontrarnos, por si además de nuestros brazos que seguían el ritmo festivo de la canción, ella quería conocer el sabor de mi corazón.

  Soltó una de sus manos,  eliminó mi gesto; me dijo: "nos mestizaremos con la Terra, que ellos tengan su placidez y dioses que les guían, incluso para soltar en ese momento, desde el séptimo cielo, derecha: "mamarrachos", lo dejamos a criterio de Jack, si la mano de cartas, las había perdido aquel que se agarró a las certezas.

  Nuestro patio, se cubrió de nuestras miradas. Las de los otros, con sus despojos, que amoldaban a salpicar sus banalidades y otras a protegerse entre las masas para ganar los puntos que da esta, "ser nada, ser masa", las rebotábamos por si eran capaces de enfrentarse a lo que eran ellos mismos

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