domingo, enero 23, 2022

La bata

 En estos tiempos, tengo que coger la bata o algo de abrigo hasta que se ambienta el espacio en el que hago la vida.

  Se dice que muchas personas dedicadas a las tareas de la salud quieren dejarla colgada. 

   El fracaso es nuestro

 Hilamos a partir de lo que oímos un domingo como este, cuando creemos estar ateridos de desvalidez en medio de la destrucción de la sociedad con asesinatos  como el de Luz Marina Arteaga y otros 35 activistas mediambientales en este principio del año, en Colombia y la luz emitida por seres como José Elías Navarro, a este le definen como milmillonario y él se considera pobre. Por su origen y por la conciencia que tiene de estar dentro de una sociedad a la que cuidar. Resultan entre curioso y ejemplificante sus razonamientos sobre su situación actual.

  Un ejemplo es su sudadera de Open Arms. Estar con la humanidad para visibilizar a los desfavorecidos.

   Enfrente tenemos a la otra riqueza que amenaza y ejecuta a los seres, es ciega, ociosa, canalla. En Colombia, para no irnos lejos, aquí busca la complicidad de siervos, esbirros, ejecutantes; plumas espadas de escribientes sirvientes; balanzas sin fiel de justicieros sin justicia; bocazas imitadores sin complejos que dan mítines con voces escondidas, alimentadas por aquellos amos.

  No existirían todas esos zombies, si nuestra sociedad tuviera la madurez para desvestir la equidistancia, ropa pudorosa para admitir la desvergüenza de igualar al que asesina en sus actos, con los que se enfrentan a estos con sus palabras buscando verdades y sus cuerpos desnudos de las corazas antes las armas punzantes de cada uno de los colectivos que sirven a la deshumanizada riqueza.

  Las batas de la pública son erosionadas por nuestros silencios. Creernos al margen de los naufragios provocados, es una ensoñación que nos golpea cuando los privilegios que creemos nos pertenecen, se deshacen en los azucarillos de las necesidades no cubiertas

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