Juego al baloncesto. Pongo tapones "a cascoporro" y no meto puntos porque todas las fuerzas las he utilizado en lo anterior.
Me emparejo con él, se llama Alberto. De principio, le veo más fuerte, y con su pelo ya casi me desborda. Es la primera vez que juego con este excéntrico jugador y no le tengo miedo.
Escuchar la entrevista con Alberto Rodríguez es sentir la decencia de tantas personas con las que me cruce durante una época. Ellas siempre han estado y eso son los que valen.
No existe mucho eco de esa entrevista. De un trabajador con sentido de pertenencia a una sociedad en la que lucha por una vida mejor, y a la que no le quita voz por su nuevo "status" adquirido. Desaparecerse él para que lo defendido durante años no pierdad voz.
Tiene los anclajes de las raices nutridas del suelo de la realidad que comparte con tantos otros, que los nutrientes son la honestidad y la decencia intelectual.
No pone en boca de esta sociedad ad la que pertenece las palabras gruesas e impresentables de un amamantado que habla de una sociedad hastiada que puede manifestarse en la violencia, justificándola después de la frase escaparate y hueca que no se la pueda permitir.
Lleva razón la sociedad les ha demostrado que no está cansada de sus robos que los pagan ellos, pero que diluidos en derrama no parecen enterarse que las empresas sanitarias les van quitando atenciones y reduciendo derechos.
No parecen importarles que les engañen desde sus principios, a los que meten en el "toilette" para su limpieza hasta sus dádivas, a las que resguardan para los suyos; creyendo algunos que los suyos son ellos. Ilusos, como si no vieran que apellidos se repiten y que personajes trepan.
Se sientan algunos para pontificar quienes les defienden como los niños se sentaban para contarse sus imaginarios caballeros andantes, que eran gigantes, que no molinos, que tenían espadas de diez filos, que no palos de árboles secos y caidos. Las peques se levantaban satisfechas narrando como habían visto sus mundos; ellos, los clavan en los decorados de sus miradas, porque a su ensimismamiento lo pueden convertir en una realidad que con tantos engaños y asaltos se les ha ido diluyendo.
A mi la compañia masmovil, como en "la vida de Brian", me dice que es el grupo masmovil y que no me puede ayudar a recuperar una contraseña; en el anfiteatro de mi realidad la primera me dice: "mira esos, los del grupo", que greñas tienen, no te cuidan".
A mi ya esas cosas no me important, o sí; me siento sólo, para que me digan de todo. Lo llevan haciendo tanto
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