No hay silencio, no lo puede haber. Existen tantas mentes en conflicto, como tribus que nos describe Ahmed Rashid en "los talibán" y sin embargo, a los míos los tengo que embarcar en la música. Hoy, en bucle, trataba de retener la letra de wishlist y ese punteo para un éxtasis. Alguien ha comentado que la canción era la caña. Creo que era un experto juvenil, de esos a los que sueño descubrir viajeros sin anclas, para que la enseñanza les tenga significado y yo, pise el cielo inestable a otro territorio donde quizás este el sabor de ella, entre las migas de su masa.
Si, es viernes y no importa que haya días grises. Sólo es necesario que llegue corriendo al pantalán, para ver un barco con formas locas. Me disfrazare de soñador y tras drizarle, le sacaré de la ensenada para saber si estoy dispuesto a colocarle ante las enormes olas para un tiempo temido, que sólo el arrojo mantiene el timón para despertar de las visiones y buscar a otras Johannas, con la derrota de la cobardía de perderla, cuando, aquella fue la puerta de salida
Sabré si todas las ovejas que balan sus miedos, decidirán acompañarme tras haber sido abatido su carcelero, con el mosto fermentado, al que vi a través del cristal de los frutos vestidos de sus incipientes mantos rojizos. Entonces les daré murales por los que entren al desequilibrio de los descubrimientos donde ellas empiezan a ser lo que intuían aunque de perdían entre olas.
Seré como las sirenas, temidas pero oídas para que no sean otras quienes traduzcan mis cantos, aunque temeré quedar desventado ante los tiempos rolantes.
Las luces están en los ojos que tiran las lonas con las que acostumbramos a encubrir nuestras repeticiones
Quizás, una vez más, sea un falso profeta
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