Puede ser que la salida haya sido abrupta. No tiene nada que ver con la calma que infunde "future days". Al tomar, otra vez, el agua que me acompañe al viaje, miro el cielo que sustenta las nubes. He acelerado la salida, pero es tarde. Correr hacia Canredondo, por un jardin en estallido de belleza, puede ser, incluso, con trazos de egoísmo.
Momentos después las nubes trazan un camino de fuego. Los tienen los árboles que evitan el quemarse cuando se proponen hablar de los sueños que se besaron en las siestas bajo sus hojas. No es fácil ser un espia cuando te escriben con la pluma de tinta de sangre.
Escurre la savia para ya ser más hoja, más oyente de los mundos de Javier que penetran por la línea de flotación de la barca.
Verlas hundidas no es un opción. En una película, en el héroe podemos encontrar contradicciones, pero es su condición la que nos alivia y nos lleva a un final feliz.
Cuando de un Pérez Andújar de mundos de intersecciones desde el barrio Gracia a Poble Nou, siempre sin fronteras, se pasa a otro ser, también Javier, pero Gallego, dando voz a los seres en continúa reconstrucción, de ellas mismas, Rawa, Nisreen y Mohamed, pero también de quienes no queremos ser amordazados por manos cuidadoras y actos que nos anclan.
La España de la honestidad; de la que respeta a quien no piensa como tú, se sube un viernes a una alfombra, a la que levanta y aterriza en una ciudad como Bilbo, donde acude también un maestro, una estudiante, un migrante y en esa magia de reconocerte empiezan las narraciones de los despojados de sus tierras y su derecho a volver a ella.
Sube en pleno oleaje de impotencias por la situación de Juana Ruiz, en Palestina; allí, en el lugar donde se refugian los terrores, los miedos, y de estos, los odios inducidos y amamantados, permanece encarcelada esta española, atrapada por una red en la que se han engullido los encuentros, los reconocimientos de los mutuos anhelos por ser psicóloga, médico o cualquier otra profesión que se encontrarían para enlazar vidas, sin aquellos muros puedan impedir los sueños compartidos fueran solo físicos, pero son de silencio y aceptación de una sociedad en resignación.
Y sin embargo la promesa de protección, esa que se pasea con un arma de asalto, como neurona para el comedimiento o se manifiesta, con pancartas de “te queremos cuidar”, mientras aplastan nuestras alas; esas ideas se imponen en una sociedad bañada por el conformismo de su propia situación, ajena a aquellas zozobras; nada como además irrigarte por quienes te señalan al malo, que es también tu enemigo, que es también quien no ama tus palabras tótem, a las que sin darte cuenta les ha ido quitando el corazón y las necesidades de los seres con los que te cruzas.
No hay reconocimiento a Almudena Grandes, en su ciudad que proclamo cosmopolita porque el dinero y sus apóstoles, han hecho “votos de profesión al señalamiento al diferente”.
De esas personas broncas, conocemos sus esencias; de los viajes de carnecruda.es, conocemos los hechos que nos narran y la humanización de los relatos vividos que se escapan por las cañerías de la sobreinformación, la falta de tiempo y la pegajosa y grumosa equidistancia en la que alguien quiere comparar una foto manipulada de Barcelona, provincia de Zaragoza, con lo que es la Memoria histórica.
Crear un mullido acomodo para que a la sinrazón le sea otorgada categoría de diosa
Buscar a quien me respeta, para que ni esas Juanas, ni las Támaras atrapadas por regímenes dictatoriales, puedan ser encarceladas en los comodines “de algo habrán hecho”, tan precursores de nuestras ángeles y vírgenes con las insignes medallas puestas pero tapaderas de traiciones a la ciudadanía primero, y luego, entre ellos mismos, concesionarios que igual lo son de eso, como lo podrían haber sido de la venta de sus “baratijas variadas” que enmaquetadas a conveniencia relucen como los espejos sin reflejos que los primeros mercaderes trajeron allende los mares
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