El tejado no deja lugar a dudas. Había decidido que tomaría un drón y lo llevaría a darle una nueva perspectiva a mi nuevo tejado; de paso el de la Iglesia ha aparecido en la pantalla y desde luego que necesita que se cambien siete u ocho tejas, así de primera.
Sobrevolando las tierras por un cielo otoñal ni mostraba a Bob Dylan, siendo bailado, ni a las figuras, lanzando gracias.
No las mismas gracias que son dadas a todas las personas que han acudido a las diferentes plazas de muchas ciudades y pueblos para denunciar el aumento de las agresiones homófobas.
Si en una sociedad, diferentes seres lanzan certezas sobre los malos olores producidos en su día, la necesidad que en esa ocasión se haga casi a escondidas, su falta de derecho sobre cosas básicas. No ellos, que saben porque lo dicen, pero muchos "zombies", como los que acudían a una pizzeria norteamericana porque un irresponsable candidato a presidente afirmaba que allí se cometían actos delictivos, creerán que son los brazos ejecutores de una verdad universal, como la bandera, el himno y la palabra patria.
Gentes pretendidamente rebeldes, siendo los brazos ejecutores de élites que lo que si pretende es callar a quien no son encadenados por sus patrañas; la de una bandera, himno que lo venden a los mejores postores que siempre les pagarán bien a esa estirpe de comisionistas.
En mi ciudad, han hecho acto de presencia, el incombustible Alejandro y Meli; aquí, a esa hora me acordaba de ellos y se me venía a la cabeza, muchas de las malidencias que anidan en los nidos donde se juntan para soltar muchas frescas y me imagino con eso conseguir un cierto calorcito, el que da calentar el ambiente.
Podría estar orgulloso de ser parte de un colectivo u de otro. He caminado por la vida sobre todo con gente a la que en cada momento determinado sentía como amigo o compañera. Al llegar a los sesenta parece como si quisieras razonar todo lo pasado, fuera del contexto correspondiente; entonces, había sentido de una cierta amistad y respeto y ahora, parece que vivo queriendo rechazar cualquier acercamiento a quien me puede marcar.
En eso estaba, cuando he mandado a la mierda a los de entonces, que ni les sentía; y a los que ahora, que desde luego, no son quien me abre puertas y caminos, con sus bocas de puñales.
Percibo cada vez más a quienes, desde su formación, necesitan que se sientan queridos y queridas por ser seres humanos.
Los inquisidores terrenales están más cerca de ser sádicos asesinos que guardianes de unas certezas a las que escuchan, cuando les sirve para obtener sus réditos. Porteros economistas que restan al amor.
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