Juanjo empieza el año bajando desde las montañas; los valles son cerrados, casi siempre con un río que transcurre vivaracho, entre piedras y pequeños saltos que nos lo hacen apetecible.
A primera vista, el objetivo está trazado, pero como un guión, deberá pasar por una segunda vez e incluso, una tercera, donde todo confronta con la realidad y puede consolidarse o desmoronarse.
Por eso mi miedo a esos dos encuentros posteriores de mis escritos con la lógica de la lógica de lo escrito y sus formas, en un primer lugar; por el otro lado, de su encuentro, con el deseo de explorarse el autor apoyándose en sus mundos vividos. No es seguro que se engendre ese mundo con un encuentro fortuito.
Cuando me acerco a ese río, ya he buscado compañeras que me permitan participar en los descubrimientos que se irán produciendo en ese descenso. Nuestra equipación y nuestra embarcación está revisada. No cuela ya la indiferencia o la aceptación de lo que pueda suceder por no terminar de apretar un tornillo o por no haber comprado un broche que pueda dejar al aire un casco, ante un paso por pedregales. ¡Ay ese golpe en La Durance, cuando terminado el tramo, ibas por la inocente orilla para revisar el río que tenía piedras llenas de sus algas!
Alguna compañera me señala en un plano específico para la navegación, algunos de los obstáculos que nos vamos a encontrar. Pablo Iglesias en su primer artículo en CTXT habla de como está conformada nuestra sociedad de forma real. Ya lo has leído en otros autores: una policia que justificó mantener sus estructuras venidas del franquismo, por los actos de terrorismo que se cometieron durante los primeros años de democracia; unos jueces, ¿se hace justicia para un Estado, cuando formas a otros jueces desde el dinero negro que haces obligatorio pagar a los que aspiran a serlo?, que tuvieron sus orígenes en la criba de los que estaban ejerciendo su judicatura durante una democracia republicana. Remarca Elia, con mucho énfasis, el sifón que tenemos que evitar. Este nos puede mostrar una puerta limpia, decorosa y con un juego de luces especial. Nadie puede sospechar que en mitad de ese paso, una enorme palo se haya atravesado, o que esa luz prodigiosa salga de un estrechamiento por el que ella, contorsionista quepa pero no nuestro cuerpo.
El poder de esas entradas es prodigioso; te rindes ante la cantidad de personas que se lanzan atraídos, ellas negarían que abducidas ante las prodigiosas formas de sus impolutas chaquetas, peinados o cualquier elemento exterior, que incluso pueden haber pagado ellas, y que hechizan por el sueño de perfección que nos puede anidar o, incluso, colonizar. Si ante efigies, recitando propaganda, coronadas por estar en un medio de comunicación, limpias tu conciencia porque les otorgas el mismo grado de veracidad de quien contrasta la información, has conseguido traspasar esa primera puerta.
Dice Pablo que una vez dentro, cuando has creído que los problemas nacionalistas o que la endiosada libertad, luego descubrirás que no la tuya, de los grandes poderes o que las empresas, con anuncios en carrozas de glamour, pero con dobles fondos de financiación a mercenarios de la desinformación, han ido poniendo esos obstáculos para que te quedes enredados en sus redes, donde, ahora si, ante las protestas lógicas por la confirmación de una parte de la sociedad (a otra le llegará tarde esa toma de conciencia) de esos engaños masivos, se justificará la represión y la toma de un poder de arriba hacia abajo. No importándoles en ningun caso, a esas empresas, esa situación dictatorial. Antonio Maestre y otros autores, nos han revelado muchos de los que se aprovecharon de la dictadura, que siguen en esas posiciones de privilegio.
No sabemos, tampoco, cuántos de los accionistas de esos emporios, cuidando su cartera, serían justificadores de estadios de injusticia. Por los votos arrojados a los políticos que defienden, las empresas privadas en educación y sanidad; por el apoyo a esos que hablan de las pensiones privadas y un estado privatizado, donde saben que ellos serán los jefes y por la aspiración de tener paraísos terrenales, sin esperar al que dicen aspiran, parece ser que muchos.
Hemos recorrido el río. Nos hemos bajado de las embarcaciones, hemos preparado cuerdas de salvamento en los lugares donde tendrían su efecto; sin ninguna duda, nos hemos anillado al chaleco salvavidas por esos rebufos tenían la fuerza suficiente para tenernos centrifugándonos en un soliloquio de púlpito. Hemos celebrado con entusiasmo la llegada a una orilla que nos permite abrazarnos, descansar y reponer fuerzas compartiendo los alimentos que llevábamos en nuestras bolsas estancos.
Pensamos que lo más difícil está pasado y que, para nuestra pena, nuestra siguiente etapa será sobre esas aguas bravas que poco a poco serán encerradas en un embalse que dicen es necesario para que nuestra sociedad sea mejor.
Cuando nos volvemos a embarcar, convencidos de que nuestro destino es remar, en todo momento. Al llegar, a la cola del embalse, notamos que una fuerza nos arrastra, subidos a una ola en la que primero jugamos y después comprobamos que no podemos abandonar.
Al levantar la vista, vemos las naves espaciales de las dueñas de estos pantanos, en el cielo están trazando un frase que no atinamos a leer, porque mantenerse sobre la ola, a cualquier kayakista le resulta peligroso, cualquier pequeño giro, puede provocar que la embarcación sea volcada en ese momento te convertirás en una gota más de todo ese maremágnum que son las masas que ya sólo pueden ser arrastradas.
Ves la presa y la observas abierta en toda sus compuertas, siempre habías pensado que ese instante sería el final porque te arrastraría hacía las turbinas. No, de forma pulcra, indolora no te deja pasar por los filtros previos y por lo tanto, te ves descendiendo por la inmensa rampa de una montaña rusa que te hace tener un instante de divertimento. Cuando, con tus esquimotajes kayakpoleros, consigues salir a la luz, recompones tu figura de la forma más digna posibles, respiras, aprecias la vida. Entonces si, levantas la vista y lees el mensaje trazado,
Desembalses, si. 25.000 euros de multa.
En una milésima de segundo del día Vosotros, nos la habéis pagado.
Embalsar desde el conocimiento, para no ser vaciado por los otros
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