viernes, abril 23, 2021

Una bala y un libro

 No es difícil entender que quien deja de obtener lo que cree debe ganar, es una persona que no lo aceptará con facilidad. Los que encima se creen que les pertenece por nacimiento, odiarán desde la leche que les amamantó, porque a los otros los consideran infrahumanos

 Desde el inicio de los tiempos, constructores, especuladores, timadores y otras gentes ambiciosas por vivir en cielos terrestres han buscado todo el dinero posible. A veces, no siempre han tenido incluso la necesidad de ser ellos mismos quienes las gobernarán de forma "osténtorea" desde sus palcos ya construidos en cientos de gracias obtenidas antes. La mayoria de las veces, creció una secta de políticos que comprendieron a quienes debían servir y como debían ser los mediadores entre sus pagadores y quienes sólo tenían derecho a recibir ciertas migajas. 

 Estos últimos en determinados momentos debían sentirse como si fueran los dueños que concedían la gracia de su voto a aquellos sufrientes señores de los que primero hablamos. Tomaban su condescendencia hacia los pobres poderosos como una concesión divina y la expandian en un voto de agradecimientos por las migajas derramadas sobre sus carencias

 Entre los políticos y aquella casta de reyes en sus diferentes facetas, surgieron unos enviados, mercurios con alas de monedas para la traición. Seres investidos de las palabras de "lengua de madera", algunos insultadores profesionales, otros señaladores de la dirección que debían tomar las balas. 

 Primero, estas últimas debían ser investidas de un destino sagrado que justificará su dirección. Una patria, una bandera, un himno que en el imaginario colectivo puede dejarse ser apropiado incluso por los bandidos.

 Después buscamos las dianas. Algo que ayuda mucho es la animalización del ser humano. Empezaron con Bambi y su madre, muerta por una cruel flecha pero luego conseguimos que esa bondadosa cierva fuera sustituida por un espécimen: "el coletas", animal que ataca aquellos valores eternos de los primeros aunque estos hayan destrozado toda su lógica: ellos matan, ellos roba, ellos humillan a sus defensores a los que dejan álbur de los tiempos cuando no les necesitan. 

Lo escribía, entre muchos, Antonio Maestre, una vez animalizado, es más fácil poner la diana: ¿motivo? Los valores universales que se resquebrajan

Realidad:

 En su discurso ha señalado a los fariseos: que se proclaman seguidores de un dios qué les concede todos sus robos

 En sus arengas, señala de los mentirosos que dicen preocuparse de los necesitados pero sirven a las empresas que les financian 

  En sus diálogos, escucha al que le rebate y desnuda sus artificios.

  Es tan débil, que consigue que los grandes poderes, cuando ven a punto de ser exhibidas sus desvergüenzas, le quieran matar porque siempre esa debilidad honesta será más fuerte que la puerilidad del necesitado o del crédulo dispuesto a descerrajar una bala, que tendrá el nombre de un asesino sin dios

  Hoy en Barcelona, a una mujer de 83 le han enviado un libro, una rosa y una carta un alumno que podría ser uno de los míos. El libro era de Toni Morrison: la noche de los niños.  Y una luz se encendió muy lejos, pero me iluminó una pequeña esperanza en medio de tanto vileza en los actos de una mujer de odio



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