Nos ofrece la voz una embarcación sobre la que descubrirnos entre los actos repetidos sobre los que hemos edificado seguridades que se cansaron de los cimientos corroidos por el hastío.
Baja una corriente poderosa. Dejarse llevar es lo más natural para quien se asoma de forma esporádica a admirar su indescriptible poder.
Un poco más arriba, ella reposa con el tiempo, este le ofrece el descubrimiento de los matices que aparecen atados a los minutos entregados para la contemplación.
No ha sido sólo esa tarde; por alguna razón la vida que transcurre como las aguas, parece que la coloca con frecuencia enfrente de los más variados cauces. En ese tiempo, como con las lenguas escritas, todo empieza a tener sentido. Como a los hermanos Cabrera, de repente el lenguaje usado en China, les tomó a ellos.
Las contras aparecen, los obstáculos paralizan fuerzas, dejarte deslizarte hacía un lado, todo ese conjunto son las puertas que descubrí con ella para aparecer 200 metros más arriba.
Entre el agua y mis sueños de pertenecerla aparece su interprete:
El kayak
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