Me tumbo por un rato, cansado, enfermo pero en el silencio de una soledad que me permite un pequeño descanso.
En él, hago hueco a periodistas que me hacen pensar: Iñigo o Sara de la tertulia de corresponsales de "a virvir"; para mí que no se van a materializar porque dirán, como el rey, en una foto donde se ve que la presidenta de Madrid, le está metiendo mano cerca del bolsillo, para mí que este quiere hago.
Ese espacio, a veces, pienso que no lo debe tener un ser humano. Si, un ser humano llamado Pablo Iglesias. El colchón tiene las espinas no de ese rato pequeño, necesario, es el que se ha alargado durante casi un año, señalado por una imagen pútrida que se ha extendido como con inocencia pero con una crueldad asesina de lo que es una patria.
Intentas, por consejo de estas dos periodistas, contrastar lo que la persona Pablo ofrece para las personas que habitan, ahora en la Comunidad de Madrid, y palpas la coherencia en cada una de las cosas que dice, que propone e incluso podría ser objeto de ser puestas en cuestión, pues todo está humanizado. Vivienda en la que no tengas que gastar más de un 30 % de tu salario; sanidad pública que tenga suficiente fuerza para atender por igual al débil que al poderoso que ha decidido darse un estado privado.
Educación Pública donde cualquier alumno-a muestre que su capacidad, en las mismas condiciones obtenidas, pueda ser igual para ayudarse a si mismo y al pais al que perteneces.
A cambio, y les reconocería esa necesidad de observar alrededor y solo ver una gran bandera que se te ofrece en un sobre, un ritmo con el que marchar o una imagen con caras al sol. Entonces parece y concluyes como que no te quieren mostrar que quienes las han tomado para exaltar su españolismo, no les gusta decir que las pensiones deberán ser privadas, la sanidad pagárterla con un bolsillo que será más grande, incluso para soltar lo que creías que ibas a disfrutar.
Por eso, y mucho más, a este hombre, Pablo se le pide relajarse en un colchón de espinas. La de cada uno de los días, que como dice Quique Peinado, han sido sembrados de acoso, de animalización, de agitadores de una violencia que él no ha promovido, ni ejercido; todo esto que viene acumulándose para que la penetración sea cada vez más intensa en su ánimo.
Comprendo y entiendo la banalidad de los argumentos que utilizan y su falta de cimentación, pero sabes. Podría hacer caso a Sara y a Íñigo pero cuando en mitad de una defensa de tus postulados, Mónica García es banalizada con un despreciable: "quítese esa cara de amargada". Puedes continuar, pero enfrente sabes que no tienes a un ser humano, sabes que es un ser de odio.
Iñigo, penetran y van desgarrando. A ellos no les hace daño nada que les puedas decir. Aprovechan todas la casquería que van generando.
Ayer, y me sorprendió que unas adolescentes, de 14 años, hubieran visto entero el debate de Telemadrid. Fue como una invitación a escuchar el debate de radio, salí espantado
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