viernes, febrero 05, 2021

Susurra el león

Empezar a descubrir espacios que no sabiamos que existieran. Ahora, sin embargo, la quietud se quiere conservar eterna. Quizás aletean de forma rítmica las paredes mi nariz que aspiran un sueño juvenil.

Atado a la nada, me zambullo en un ritmo imperceptible para que tome todos los poros de mis músculos más internos. No aparecen pero desde mi cabeza empiezo a sentirlos. Apago esa luz. 

Entonces el agua comienza un viaje que posee la forma humana para modelarla por un pasillo que la va acelerando, primero por instantes.

Puntean los segundos para lanzar las armonias sobre las que naveguen nuevos descubrimientos: golpes sobre una piedra, salto sobre otra que sueña crecer para ser muro, pero se ahoga en un agua imbatible. Nacen olas con brazos que te lanzan por un columpio con el que tocar las estrellas. Evitas un sifón anegado por ramas mortuorias; más adelante monto en una noria de un rebufo de hambre insaciable. Acontecen emociones como el magma de un volcan desatado

Tras un recodo me llama la calma; maniobro para que los giros desatados puedan ser absorbidos por tan pequeño espacio. Lo consigo, curioso me asomo para admirar todo el poderio de una corriente desatada desde un glaciar que desaparece, hasta un mar donde se bañen los sueños.

Permanezco, en un ciclo de la vida, en esa contracorriente que aplaca las tensiones de los músculos agotados. 

El silencio se apodera sin la acción, pero el dibujo del cuerpo ha transformado ese pequeño rincón, más pleno de significados

 


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