Puede que quede en la categoria de anécdotas. Hoy he confrontado con un alumno, mi ignorancia de una palabra que no conseguía recordar. Era donde tenía que dejar colgado los balones. Me lo ha dicho: percha. Por supuesto, claro, es percha. No se sabe si es la manifestación de algo; si el inicio de un triste proceso que irá poco a poco, creciendo.
En fin, later, we've been spoken in English language with Jhonny, pero eso no es la cuestión.
Algunos recuerdos desaparecen; otros, se van quedando. Me imagino que Bob Dylan me acompañara en los mundos por los que habite.
Si voy por los Mississipis, quizás me quede mucho tiempo allí. Los días eran infinitos. Las incertidumbres, grandes.
Al final del día, preparando la cena, quizás teniendo una cerveza entre las manos; si estabas enfrente de "las olas del Rabioux" de los diferentes ríos, sentías que habías tenido una conversación que a primera hora de la mañana te parecía imposible, empezar: solidaridad, conocimiento, arrojo, estar preparado para auxiliar una caida, buscar el material, propio y extraño. Aquellos instantes, con los de Vitoria, con los Madrid, algunos de Turin y el intrépido francés que nos desató de nuestros miedo en el Cinqueta, fueron conversaciones de quienes parecimos eternos e infinitos, como los puntos que veíamos en los regresos de los Alpes.
Van escondiéndose las palabras. Van manando a través de la noche los cauces de los tiempos pasados. De los peligros conocidos y de los que te pudieron crear. No son nada ahora, y aunque te hubieran podido parecer incomprensibles las rampas que llevaban a los rápidos, te hubieran arrastrado sin poder hacer pie.
Pudiera haber una contra, donde tu fueras arrastrado y sin embargo, el agua chocará contra la piedra. Mi mano, tal vez, cogió una cuerda que mis ojos no veían y me aferre a ella, como mi rescatador se apalanco sobre puntos de apoyo que parecían deshacerse ante la violencia de las sibilinas palabras y el veneno en la trampa.
¿Qué quedará?, tal vez las Visiones de Johanna y los jardines de invierno.
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