Cuando regreso a ese instante, todo está en orden, aunque tardo en situarme, cada vez más tiempo.
Entre medias me hallo subiendo una escalera de altos peldaños pero en la que muy al final, veo un encuentro prometido.
Creo que no ha acudido ella, hace tiempo que no se nada, ni siquiera si sigue enamorada de aquel hombre que la facilitó tanto la luz de conocerse, para salir de un agujero que la incomunico por la vista. Él, la ayudó a prescindir de este sentido; no fue fácil, se rebelaba una y otra vez: su ordenador, su libros, su campo, mis manos que la exploraban con tanta pasión que siempre se quedaba mirándolas y me decía tienen que haber ojos por alguna parte, para conseguir que cada poro de mi cuerpo se sienta observado y abrazado desde el catalejo de tus pupilas que les acarician antes del beso.
Si ha venido, por otra parte, el fotógrafo que con la imagen tomada, nos extraerá de ahí, para en un cuadro darnos una nueva vida de matices en los que reconoceremos alguna de nuestras almas profundas.
Nos visita después de haber subido montañas de árduas sendas y puntiagudos ensartadores de pinchos morunos. A todos ellos sobrevivió y convirtió sus días restantes en un correr por la sábana que mecía y adormecía a su compañera, exploradora con mapas pineteados para principiante al que le entrego la brújula para sus fuentes de placer
Ya, consciente del instante de vuelta a un nuevo día, se va deshaciendo lo vivido por la velocidad de luz que ha tomado nuestro viaje a la oscuridad.
Como renunciar a aquel tiempo, quizás en el pincel cobren vida matices que se me escaparon, palabras atrapadas, agarradas a miedos que ella me invitaba a saltar. Entonces me paralizaron, pasados desamparados y futuros llenos vallas.
Ahora vuelvo, por un momento entro en la bañera que me ofreció como cicuta para las aglomeraciones sin su voz. Me dejó sólo y todo esas banales salieron y al final, sólo, quedamos desnudos, ella y yo. En una playa donde buceamos hasta encontrarnos,
Mírame, es verdad, si tu la ves,
Como no la vas a decir, hello. Bob Dylan, piedras preciosas para continuar una ruta
Espera el barquero, por tiempo sin segundos.
Arriba, el oasis, la exaltación; en el descenso por las escaleras se deshace el ser carnoso, desprendiéndose, triste, de los actos con estrellas bebidas en vasos de amaneceres con perlas.
Ah!! batelero insomne, ¡quién te engañara!
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