sábado, noviembre 07, 2020

Volver a Alexievich.

 Descubrir a Svetlana tras ganar el premio Nobel de Literatura es un indicativo de no ser un buen lector de libros. 

Fue bello leer cuatro de sus libros, me cautivaron porque tanto de la guerra mundial, del Chernóbil, de Afganistan obtuvé una visión humana de quien había sufrido aquellos acontecimientos.

Ahora "La guerra no tiene rostro de mujer" es otro viaje que te hace asomar a las palabras arrancadas a mujeres que se enfrentaron a la guerra mundial. Las primeras 50 páginas abren las puertas del tiempo. De repente, nos vemos sentados sobre la nieve, camuflados por nuestra interatemporalidad para ver como esa mujeres se enfrentan a un ser humano, enemigo en una guerra cruel, al que necesitan odiar buscando el hecho de contemplar a un compatriota quemado por la animalidad de aquel al que ya dispararán como un objeto a romper .

Acercarse a la comprensión de lo que deparaba al ser humano, las decisiones de seres creados por la codicia y el egoismo de los resultados de maquinas propagandistas, humanizadas en abyectos personajes que niegan su propia realidad creada: "he ganado unas elecciones que no reconozco", o nos hacen visualizar sus propio trabajo interpretativo:

- Dolorosa, en una performance eclesial

- Escritora, ante las palabras de una política que la evidencia en su indignidad de acción ante el COVID

- Mimo: en unas palabras, que no respuesta, vestidas con su infantilizada cartita que le dice: ¡se mustia! y lo hace porque le han prometido caramelos.

Viajar del hoy, con sus seres bestias, al ayer, con esos mismos seres, pero que entonces tenían rasgos humanos y los hoy, debemos aprender a visualizarlos como enraizados en el miedo al otro, al que le muestran Orco, pero el que vive nuestras propias necesidades, sueños y dudas.

En silencio, necesito escuchar aquellas voces para cabalguen caminos que en muchos casos no he tenido la oportunidad de recorrer o, incluso, me he negado a traspasar. Con Alexiévich sin darte cuenta estas en la puerta de la casa de la madre que recibe a la hija que traspasó el infierno para habitarlo en el frente y que la anido en su mente para que durante años, esa madre vuelva a ofrecer su regazo a nuestra protagonista para que calme las llamas que la abrasan.

Tantos y tantos trazos que como interruptores te encienden las luces de casitas de seres anónimos que habitaron y cultivaron las tierras regadas, a veces, de sangre, otras, de sumisión. 

Señala nuestra autora las pequeñas anécdotas como "carnecruda.es", coo CTXT.es para que comprendamos que somos parte de una historia, imprescindibles y no escenografías de unos dioses, codiosos y meliflúos para ser crueles en sus resultados


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