jueves, noviembre 12, 2020

La PAH, "Invente algo bonito..." y lo hicieron

 Le dice a la escritora, Anastasia. Le pide que "encuentre palabras que no tengan parásitos, sin suciedad, sin vómitos, ni olor a vodka, ni sangre, algo tan terribe como la vida". 

Dice que ella no tiene las palabras y sin embargo, nos abre la falla para que nos asomemos y nos fijemos en el abismo, en cada uno de los salientes, en el infinito agujero negro final, al que nuestros ojos no han llegado.

Hoy Guillem Martínez se hacía eco de un tweet de alguien que desnudaba el horror de asomarnos a nuestros miedos inducidos. Anuncios, rozando ya lo sádico, la recreación en nuestras posibles impotencias abandonados por un estado, nos lanzan a pedir ayuda a esas "seguridades" impúdicas.

En las radios convencionales en cada bloque de anuncios aparece la abuela del pueblo, el vecino desquiciado, la mujer aprensiva, el marido reflexivo, el vendedor desvencijado.

 Es dinero, es persistencia, es conciencia de oyentes atados a "su día a día" que no escuchan los razonamientos, las protecciones que existen; sólo están abiertos a una prevención, como decía un comunicador que le había dicho un directivo, de un piso en la cuarta planta, de un bloque rodeado de sudores diarios que se secan en las secadoras de las toallas que frotan para quitar los humos de las esperas, los posos de las tazas de las máquinas insaboras, las tintas secas de un trabajo repetitivo.

En la calle, la PAH, Domingos, Joses, Paulinas, seres que buscan dar dignidad a los que tras perder sus trabajos, sus recursos extras, sus sueños, empezaron a perder sus casas compradas, porque habían creado un estado de propietarios, para que estos fueron atados y calmados; sus casas alquiladas porque las fructuaciones en su precio se mecian en las crestas de las olas artificiales creados por aquellos sádicos que amaban el dinero por encima de su dios, al que ponían como escudo para crear escaparates de sus imposibles escrúpulos.

Compañeras desasistidas que claman por la creación de un parque público de vivienda y que estas no caigan en manos de especuladores que manejan fondos de "mentes también inocentes" pero ansiosas de proclamar sus beneficios sin contemplar sus cuchilladas dadas a personas que tienen derecho a la vivienda con la cual no se debiera jugar. 

Bocazas políticos, subidos a la oportunidad desde pareciera hacer miles de años, que se encuentran muy a gusto en estos mundos de precariedad para las personas que le rodean, mientras se hacen los ofendidos porque a quienes defienden una vivienda pública y una protección de este derecho, les han señalado por un pasado en el que estos no están ahora.

Señores de privilegios, señores de imaginarios de los que no viven una sociedad que trabaja duro para la protección de los servicios básicos. 

Bocachanclas, dice ese primerizo padre orgulloso, a esos que se subieron, pareciera que hace siglos, y asi quisieran seguir con sus vástagos, en las carrozas de las palabras edulcoradas, los símbolos con barras de hierro y echadores de cartas marcadas con cristaleria para ser machacada delante de tu camino si en algun momento les señalas las marcas que los delatan.

Servidores del poderoso, al que van colando entre sus verborreicas idas de estómago que señalan al que tiene todo el derecho a defender sus ideas contrarias a una gran nación  (nacionalistas contra nacionalistas, diría aquellos cantores de mecanos), en la que primero están los poderosos elevados a tronos, a púlpitos, a cuentas de resultado que creen que su creatividad les tiene que recompensar primero a ellos y luego que los demás le sigan. 

Existe otras posibilidades, no la aparecidas como medianias pulcras que se limpian con la bandera del extremismo servidor del poder económico, por los beneficios que les prometen; esas acciones comienzan desquitándonos de los vestidos de los muros, de las concertinas, parte del negocio, para hablar de lo que de verdad ayuda al ciudadano. Nunca será el servilismo. Ni la percepción de dádivas ni caridades.

Hoy, carnecruda.es, con su programa sobre quienes reciben los beneficios de las políticas migratorias nos indica que quienes echan polvos mágicos para que estornudemos odios por el diferente, por el migrante, son quienes reciben el dinero para las compras de los pañuelos y las medicinas de palos. 

Programa para la concienciación, como los actos de las mil y una PAH, que rompen los muros de la tranquilidad diaria, para "estar", para, como dice una interlocutora de Alexievich, salvar a las familias de unos infiernos, que sólo puede describir...... quizás sólo Dante

Y cada uno de los miembros de la PAH, "inventaron algo bonito"

el apoyo mutúo, dignificar al que puede ser desposeido, para la defensa que debería todo ser humano, por encima de los mercaderes a los que siempre se ha ayudado


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