lunes, noviembre 16, 2020

Cara

 Dice una cara que pareciera no querer serla, que ella se basta para mirar la luna como espejo para poner sus baremos.

- Yo le pregunto, ¿no será usted una luna que transmutó en cabra cuando tras ella salieron dos asteroides que parecieran haberlas puesto cuernos?

- ¡Cómo dudó usted de mi! fui cabra y llegué a montesa, con cuernos bellos, pero caidos como hubiera sido mi barba y sobretodo mi famoso bigote, astifino. 

- Marché bebiendo zumos proteicos y de todas las tablas, elegí la más plana como mi cerebro en el cual sólo habían impreso dos palabras: nadie y odio. Así ansiaba lucirla pues pulirla; la habían hecho todos los corruptos a los que fui, luego, capaz de alimentar con los multiples milagros económicos que me saqué de la manga.

Marchan muchos batidos, alineados por la via Lactea, ¡donde si no!; pretendo atraerlos para que mi posible decadencia, sea saciada por polvo de estrellas y asteroides; olvidados ya otros lodos y sobre todo, otros polvos con sus motas y motos. 

Parecieran sus liquidos expandirse por los cielos estivales. Y te arroban su inmensidad esparcida.

¡Oh! aún en su impostura, siempre está él, cebollita le llamariamos, dicen que sería capaz de engullirse todos esos liquidos y esos cielos porque, pobre fue tan cenizo, como arrojado y desvergonzado, en el que su ego creció para crear un cuerpo cíclopedeo y contrahecho en un mente tarada.

¡Hada!, ¡hada! hada buena, llego una vez a tronar, pues la medida no era su virtud, dame una voz que pueda parecer acorde a mis sueños embarrados sobre los que edifique mi altar.

Dioses, ¡se la distéis! no podemos decir que todo se deshizo en agua de borrajas. A cambio, jugastéis con la posibilidad de modularla como el personaje terrible ¡zenit! que si va a un rancho habla mejicano y si va a una caverna, será voz "en cromañon". Ambas cosas las demostró, jorobado, dando por saco. Sería el relleno de su tarjeta de desprestigio que tanto podía exhibir entre la locura apasionada y tanta vergüenza ajena daba si buscabas en él, la cordura

Así imaginamos pues su efigie, que por rancia y descabalgada la homenajeamos en su bocaza, faltona, rasa en sus abdominales, sin grasa, como en la conductora de sus músculos bucales sin materia gris que la dirija.

Todo un batido, realizado por si alguna propiedad podía ser aprovechables por encima de la acritud y la somnolencia que producia.

Y muy lejos, de los accidentes, en humanos y universo descritos, está el cielo, sublime homenaje a Antonio del Solar, escritor en sus fotografías de novelas posibles del equilibrio de las hojas que trenzan alfombras sobre las que nuestra pesadez gravidez quisiera volar para enfrentar embestidas

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