sábado, noviembre 21, 2020

Soda en besos; libertad en privilegios

 Eso he pedido a todas mis moléculas, a veces me responden, pocas; este finde sin más detalles, he aparecido en Copacabana. A decir verdad no me esperaban. Ayer, lejos de esas playas, les contaba a aquellos incrédulos mis carreras entre olivos verdes, que crecían abrigados por el abandono y los intrusos matojos que han eludido las tijeras, sobre todo porque ya no están. Les contaba como los primeros rayos del invierno, en este valle, se posan sobre ellos, les vitaliza aunque huérfanos de olivas porque se nos fueron marchando nuestros mayores y las necesidades; cuando parecía que una gran rama se desgajaria de aquel gris y otrora grande,  pero ahora marchitado, olivo; decidí en último instante migrar descomponiendome en un plis-plas y me he materializado al lado de una esplondorosa mujer, no sólo en sus curvilíneas formas sino en un pelo frondoso, erizado hasta un himalaya que ya no puedo subir, aunque si explorar lo primero. 

Mira que he deseado no meterme en problemas pero claro es lo que tiene no tener el sistema niquelado. Las nubes homenajeaban a Picasso e intuíamos que el viento las seguiría modelando. 

El caso que cuando me di cuenta, después de haber cruzado unas palabras para una eternidad por la noche, que estaba en medio de lo que parecía una conversación de amigos. De su trascendencia, me di cuenta después de un buen rato.

Chanzas por aquí, brindis por allá. Me dije, lo mismo cae algo. El otro que leía la mente, me contesta: si con un poco suerte cuatro hostias.

Debo reconocer que en eso, siempre me he visto flojo. Pero ese instante no era cuestion de sacar conclusiones.

Lo que acaba de ver era a dos tipos, agarrándose el cuello y a grito pelado tronar libertad, libertad, sin ira libertad. Sin aliento, soñándonos sudorosos, ambos en nuestros respectivos regazos, nos atronaban los alaridos de aquellos dos mequetrefes, su tremebunda LIBERTAD

A pesar de ser del cuello de donde se agarraban, ambos. Me parecían que se estaban poniendo amarillos de la risa. 

Uno decía a lágrima viva ¡dame mis 900.000 de comisión!

Él otro, como inspirado

"Y si no te los doy, ¿qué leches harás?. Prepotente, queriendo parecer límpido de toda mácula

- En un hipido, pero contundente le contesto: no lo dudes, un colegio público no cerrare, ni sus aulas reducire; y a tí y a mi nos jodera; pero corruptos como tú, otros habrá.

El caso es que se soltaron; uno tenía sus dineretes y su desvergüenza para proclamar: Libertad y lucha contra la corrupción con micrófonos pagados; y otros, desde sus nuevos terrenos adquiridos, imposibles para los colegios públicos que tanto lo necesitan,  risueños para clamar LIBERTAD, de elección de centro; sus peros los ponían los dineros de los privilegiados y las direcciones que debían reintegrar ese dinero que no era tan extra, sino sólo llave para el negocio selectivo y discriminatorio pero con el cartel grande, más grande, grandísimo de LIBERTAD. Cuando ya se han soltado de sus cuellos atrapados, como liberados aún más fuerte dicen más, y más LIBERTAD; nosotros, porque nuestras lascivia necesitaban todas nuestras manos físicas y mentales, pulpos del amor que nos recordarán cada centímetro para un tiempo que nos confortarán sino hubieramos huido de aquellos dos sátrapas

Mundo de blancos y negros es lo que nos cae de sus obras; con sus voces machacando:

La consabida libertad y como maracas su descojone que nos denigra, pero sólo una vez más decía el político descarado y entre dientes por hoy

¡Cómo les gusta su libertad, sin riesgos y privilegiada!

Atracan el Estado, para seleccionar y caminan las calles para predicar su engorronada Libertad doctrinaria, por ser nacida de su "doctrina" que ellos mismos llaman

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