Prometes exhibir sólo tus superioridades; contundente en todo; al final, se acaba desecho en la nada.
Iba a empezar un camino para llegar a la inconmensurable exaltación de la belleza. De repente, alrededor no existe más que la mula que la encaminas al terreno que durante 5 meses ha sido una fuente de milagros para alguien que no fue agricultor y que ahora, necesita el soporte de personas pacientes.
Durante el verano, los tomates empezaron a madurar cuando la paciencia te sujetaba para que no te arrojarás a la rueda de la desesperanza.
Fruto bello, correr para entregar alguna pieza a Basilio, un corazón grande que pugnaba en color con el color extraido de la tierra regada con el agua que mana por entre las piedras que rascaron las zapatillas de nuestros mayores.
Ahora la mulilla aplana el terreno, arranca algunas de las matas que te matirizaban con su imperturbable persistencia para acompañarte a la nada.
He bromeado, o no, si alguna musa hubiera querido compartir lecho, hoy, conmigo, no hubiera podido ofrecer mejor lugar que ese terrano que ha necesitado tantos cuidados, ha generado muchas dudas, y ha dado hortalizas tan rojas como la pasión que hubieramos deseado buscar hasta el éxtasis, judias verdes tan suaves como el cuerpo en el que recorrer cada poro con una lengua ansiosa de buscarlos poros para introducir todos los lenguajes posibles; cebollas tan fuertes como los abrazos con los que hubieramos recorrido el tálamo, sorprendido de ser visitado sin más abrigo que el fuego que era expulsado hasta crear un lugar único en el que ser eternos, por segundos. Y por el fin la calabaza crecida en el último momento, cuenco sonoro sobre el que posamos cada una de nuestras ardientes proclamas para ensalzar el altar donde nos endiosarnos.
La magía de Dylan oyendo, también, nuestros tañidos. Ritmos para conocer los productos que son nacimientos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario