Cuando Billy Elliot por fin acude a la selección para el Royal Ballet. No está satisfecho consigo mismo y eso le hace ser agrio con los demás. Es una acción defensiva que a muchos profesores puede, a veces, habernos hecho actuar de forma inapropiada, tachando a nuestra alumna-o de maleducado
Existe la posibilidad, también el tiempo y la experiencia que se adquiere con los años que se te conecte el chic y digas escúchale, ya está bien de tanto oírte a ti mismo.
Billy, cuando es preguntado, se rebulle, porque le pinchan en algo que es personal. Cuando comprende que tiene que decirlo, inicia un diálogo consigo mismo. Es pura poesía, se renconcentra como un hablando consigo mismo y ve su cuerpo ingrávido buscando dar soluciones a su sentimiento. Ya no estás escuchando sus palabras, estas viendo sus vaivenes, su juego de pasos, que se escapan por todas las ventanas desde las que le estás mirando.
Es bello ese instante, en un niño que está viendo a su padre y hermano, luchando amarrados al suelo que les golpea con el engatusador tatcherismo. Te habló de la maravilla del individualismo, para quebrar cualquier atisbo de apoyo mutuo.
Su ruda familia, endulzada con la abuela que le abre ventanas para saltar a sus sueños, se desgarra cuando se deben enfrentar a sus propias decisiones (eso consiguió la soberbía y la inhumanidad de una señora que fue la punta de lanza del capitalismo salvaje, de nuevo buscando ser esclavista, por la precarización de las condiciones). El padre de extrema dureza para aguantar los martillazos de los dueños de las minas que nunca perderían por soportar a esos tories, que tenían los cimientos de su riqueza, vislumbra que los movimientos de Billy serán los abrazos pérdidos por la muerte de una mujer que le dejó, sólo cándil y penurias.
Es humano, quebrarse no ante un martillo, si ante un hijo que le desata de sus amarguras.
Si en estos tres días de trabajo exhausto en el campo, alguien me hubiera preguntado que es Huetos. Creo que las pocas veces que he podido levantar la cabeza, hubiera mirado por la Vega Somera, mi mirada se hubiera intentado adaptar al suelo que lleva al cerrolojo, pero, si hubiera podido articular alguna palabra, esta saldría para una danza de gasolina y surcos por el que me sentiría extenuado pero feliz por el suelo labrado para respetar los ciclos en los que se posaron los sudores de Alberto y Ambrosio para extraer las caricias de sus productos mágicos nacidos entre la experiencia y el lomo de cuerpos fibrosos y persistentes.
No sé si en mi ensimismamiento podría describir los colores de los árboles que quieren descansar de la viveza de su savía, siendo pintores de intensidades para crearte en otro tiempo.
Montado en los nuevos caballos, ahora de vapor, cruzo los campos con otros jinetes; comparto recetas para nuevos cepas; veo la puerta que a mí sólo, me constaba entrever, recibo palabras para masajearme en este paisaje y en este tiempo regalado.
Cuando parece que la noche cierra el día, las palabras compartidas con quien busca, entre tantas noticias, hace que nuestros frios, se vayan diluyendo en las experiencias compartidas, para siempre todos, encontrar el momento para aprender
Si Billy, pega un salto final, resortado por todas las experiencias vividas; yo, sólo, torpe, escribo entre sobresaltos, este tiempo que nos inunda el beso pequeños, repetidos
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