En una de las últimas páginas de su libro "los amnésicos", Geráldine Schwarz nos da una clave de la perversidad de esas extremas derechas que se extienden impunes en nuestra sociedad. Ella acude a una reunión de una de estas organizaciones y uno de los ponentes proclama, más ó menos: "en el fondo los emigrantes no son tan malos para nosotros, porque nos dan votos". Se pregunta ella si puede haber mayor perversidad en un ser humano.
Organizaciones sin ofrecer alternativas de crear un mundo mejor, buscando en las riquezas que se muestran impúdica a través de diferentes medios, de la exhibición sin pudor en espacios donde son venerados sin cuestionar todo lo que acarrea esa desigualdad de oportunidades.
Jóvenes cabalgando una montura desbocada azuzada por el odio, con una falsa común identidad que no ha existido nunca. Son banderas con las que visten los grandes ganadores de esta polarización a las clases obreras, que buscan un enemigo en el ser próximo que también perece ante el exceso de mano de obra.
¿Quienes se acogen a estas propagandas, pues como dice la escritora Schwarz son reuniones para ganar en la estrategia de la comunicación, son conscientes que en su misma sociedad, si creyeran en esa superiodidad no debieran atacar al que piensa diferentes?
Si son abocados a ellas, como no reflexionan que una actuación violenta por ese tipo de razones, le está introduciendo en una política del odio, no sólo al extranjero sino al que piensa diferente?
Si lo percibiera, fuera de esa comodidad de olvidadiza culpa con la que incluso los católicos, que nombra en algún momento en la novela, se creen perdonados por sus silencios ante la opresión o incluso la violencia también ejercida por sus miembros.
En medio de las reflexiones, te preguntas si es perversidad, o más aún, maldad, la exhibida por esa antigua política vasca que en el paroxismo de sus elucubraciones habla del peligro de conocer los secretos del estado por parte de quien se ha sometido al escrutinio de las urnas y sin embargo, amnésica, obvía que esas verdades han estado expuestas ante quienes han sido capaces de machacar un disco con todas las empresas que han sobornado un partido para que los gastos de estado fueran a ellos. Han estado esos secretos en los caterpacios de señores creadores de una "policia patriotica", que ella podría alegar que era por proteger la sociedad, cuando se ha demostrado que elaboraron mentiras y convirtieron al Estado en un estado policial. Creer que la sociedad debe estar vigilada, la sitúa en un estado dictatorial. Seres que crecen olvidando tanto y tantos actos, en nuestro caso ya vividos, que destrozan la convivencia.
Libro inmenso, maravilloso, tras analizar los entornos en los que sus abuelos, abuelas tiraron para adelante con un gran silencio, con una cierta tranquilidad ante los actos que llevaron a los asesinatos de millones de seres humanos, ella, coge la maleta y visita toda la Comunidad Europea. Ve donde los silencios y el no analizar lo pasado, fue incubando un veneno con el que se ha podrido la convivencia.
Locura, y perversidad con el pobre llegado, y no es el que te tiene sumido en la falta de identidad, en la miseria.
Locura que las élites dejan que expandan la credulidad de seres desubicados en medio del silencio que cada vez más suena a cadenas para una sociedad permisiva.
Y el final de ese libro, en el tiempo, lo engarza Antonio Maestre, con su "Franquismo S.A.", emporios levantados por su apoyo a las fuerzas rebeldes y desleales con la República, apoyadas por los ejercitos nazis y fascistas. Me decía el otro día un interlocutor que eso era pasado; no, le digo, le demuestro, es el futuro en el que vamos como convidados de piedra de esos señoros que apoyaron o se beneficiaron de esa traición a una nación.
Silencio, aceptación, amnesia
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