Ha llegado bella, exhuberante, pletórica, dispuesta a comerse ese plato de judías que le preparó el cocinero de tantos y tantos años, pero la puerta no le ha sido abierta; la cabra tras su estancia por los riscos más escapardos, aún convaleciente del calor extremo que destruye las acciones, ha decidido proclamar, desde detrás de una madriguera:
- Vierte tu agua sobre el incendio de un beneficiado
Da valor a ser imaginado como ser en construcción
Sobre quien te encierra en sus grandezas de cárcel
con los barrotes que se incrusten en corazón helado.
No mancilles tu humanidad, siguiendo al ególatra,
inhumano, desquiciado, taladrador en boca de cieno
capaz de derramar entre su blanca dentadura, odio,
hoy no avances, sólo piensa para recorrer horizontes
allí al soldado, le enviste la vida, al psicópata, limpiaron
Sentir entrar el agua salada en la boca del niño salvado
el oleaje inhumano, destripa el asirse al encuentro;
justificado viaje, huir de reyes hermanos, por ser primos
expulsado paraiso, clave de acceso vetada al conocimiento,
al respeto; emprenderse uno mismo en pueblo
el que debe despojarse de dependencia, sin falsos sirenos
escucharnos siendo viajantes, en pasos, sin dueños,
Iluminarnos con Gerádine Schwarz y Antonio Maestre
por sus velas puestas en olvidos que siempre encadenan
pasarán 30, 40 años, los privilegiados deben mostrarse
para que los expulsados, no asuman ser culpables,
Mirarse achicando zozobras para no empujarse, sino abrarse
darse manos que construyan por encima de muros
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