Surge un señor, volando, marchándose de un trono, en el que todos sus beneficiados, le instalaron para que se exhibiera quienes se mantienen los dueños a los que adoran o temer, pues cualquiera de las dos opciones les colocan siempre como directores de una sociedad controlada.
Nada parece agitarse en esa mañana de cañas, sólo, lleno de unos escritos, por mejorar, por aclarar, encuentras palabras pretendidas suaves por inócuas que se van lanzando como moscas en este otoño raro, elegido para zarándearse por las soberbias ciegas. Siempre te desgasta que jueguen con cartas marcadas, los apologistas de las buenas costumbres de una mano lanzada para ser estrechada, cuando momentos antes salió como obús su mano de la boca para ser un puño ventajista, despectivo, traidor. Se oculta eso y que la sonrisa pala sirviera para que los muertos de las cunetas sigan recibiendo tierras por parte de esos seres edificados en cimientos de odios y puñales. Libros propios de esos seres carroñeros y de otros seres libres que subsisten en mitad de dentelladas de los fanáticos, les delatan
Y aún así, el chale, el puto chale, sirve de espoleta para perderse en un viaje que no tiene puerto y del que es muy difícil salir. Los escritos, las reflexiones, la búsqueda de autores que te ayuden a descifrar lo que te rodea, les terminas hundiendo en una ciénaga en la que tras los pies, vienen las rodillas, pelvis, púlmones y cuello, sólo lanzas voces para poder clamar socorro pero no para apostar con tantas cartas inteligentes con las que te has hecho en la mano. Una voz inteligente te llama, te ilumina, cuando ya no quieres ni mirar la luz intermitente que te lanzan como cuerda en un descenso por el Cinqueta. Te dice: sal y a ellos, no les salvarás por lanzarles el flotador sin telas de chale. A ellos no les sirve, entonces si les respeta, darles las llaves de unas plazas que no visitarán.
El sófoco lo debes tener para ser navegante con sextantes que les haga mirar al ser humano: sus problemas reales en la sanidad, en la educación, en el modelo habitacional, en la preeminencia de los seres, caballeros punzantes por sus privilegios.
El hilo no entra por la cabeza de aguja que se agita en espasmódicas visiones lanzadas en norias agitadas dónde las cubetas van volcando su contenido a tierras yermas. Nada nace con las gotas emanadas, saladas de un cuerpo tenso, en una mente nublada. El tiempo se marchita, porque no has ofrecido salida a las aberraciones, vestidas en bicolor, de ser horizontes para galopantes de la noche que aceptan el fascismo, con sus entrega al capital, al dominio de las botas danzantes en golpes, a los especuladores de leyes adocenadas.
En el fieltro de la toalla empleada para secar tu infructuosa sudoración se impregnan las razones despojadas de sentido, que se necesitaban para una defensa de un anarquismo humano, no terrorista como alguien pretendía insinuar, donde le hubieras hablado de miradas de compromiso con el otro, ser humano, que crecido por ser sentido como compañero, caminarían sin dueños que les guiará, sin rey al que someterse, en virtud de nada, y sin patria con la que se le apedreará, para mantener el privilegio de sus dueños, pero si nacería la colectividad de encuentros para perseguir objetivos comunes.
En el trago agitado, caluroso, pérdida nuestra necesidad de frialdad hispana cervecera, ingieres pócimas que destruyen los pasos guiados a montes, que por escarpados, en su cima te ofrecerían visiones a horizontes de diferentes luces.
Y por ello, el improperio hacía el ser miserable, carroñero, pérdida su ética en la codicia amamantada por fuerzas que siempre necesitarán a esos seres rastreros, debe ser hecho con inteligencia, no con un ataque cabestril, frontal que siempre encontrará en esos seres, puertas de madera de los olivos que tras años, buscan su redención y que fosilizados, repelen cabezas sin sesos.
¡Cuántas cosas por construir! caminos comunes, que, aunque te desesperen porque parece que no les reconocieras en el empresario honrado, en las dificultades de aceptar a quienes se les despojo de un edificio de dignidad humana, en los ideales abanderados, en las informaciones que caminan, matizadas por intereses no desvestidos de sus engañosas ropas.
Sin embargo, encontrar un reposo, una salida para la laberíntica realidad, tiene que ser un objetivo, que quizás no tenga consecución, aunque siempre te rabie, ese acaloramiento que te sabe a sal envenenada por la codicia de los cabalgantes de dineros obscuros.
Hilos por entrar, en la frialdad de un bajarte de tu jameldo, que crees rocinante, para andar al ojo por el que hilvanes, sobre todo respeto por ser el al que hablas
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