sábado, noviembre 02, 2019

la ola..., si...., no..., al final llega

Estás sentado, cansado, eufórico porque en este paraje, trato de reencontrarme con las cosas que me hacen amar la vida.

Te asomas, un jueves, libre, para ver los olivos que se te olvidaron, que se agostaron y ves la vega, la de un manantial que se seco; contemplas los terrenos ya labrados, los pequeños montes, a un desfiladero que en su parte izquierda abre un camino hacía "los bodegones", un espacio mágico que este año en su recuerdo te ofrece caricias y pasiones imposibles. Todo se llena de un equilibrio que te llama a abrazarlo, porque es el sudor y la sangre de seres que trazaron surcos como venas para alimentar a sus miembros familiares que les fueron naciendo. Montes escarpados, luchas y recodos por donde deslizarse, agarrarse a dar un nuevo paso que les allanará los inviernos inclementes, los veranos adormilantes.

Sabes, intuyes que tras ese paso, llegará la ola, si prestaras atención y fueras capaz de parar con el fin de escuchar ese inmenso concierto de armonías, entre sus acordes, intuirás sus primeros propios compases. Quizás los hayas oído, porque en tu mente, en tu corazón sientes que es parte de la vida.

Quien es capaz de caminar estos presentes sembrados en trueques, miradas, dolores, engaños, amenazas, golpes de saña, vidas que al final rezuman en brisas pasajeras, calmantes por ser humanas; sin embargo, es capaz de arañar el fondo, para que la ola se acreciente, se agigante, engullidora:Ha despertado ese ser con el romper de la cáscara de la bellota que quiero eclosionar en la futura visión de un niño, que no sólo vea un árbol, sino una corazón que soñaba dejar belleza. Ha explorado a la berrea de unos amores cíclicos de nacimientos y satisfacciones inmediatas, intensas explosiones de plenitud.

Observas, le compartes la intensidad de amanecer en los silencios para soles que reconfortan incluso en los tempanos de las ausencias, de los desencuentros; pero sabes que las aguas empiezan a arremolinarse, a enmarañarse, recogiendo objetos que la harán más contundente, más dañina.

Comprendes que apenas puedes luchar, que por las veredas, con sendas por las que debes caminar en equilibrio, presuroso, pero con la quijada que te ayude ante los pequeños acantilados, que seguirás escuchando la aproximación de ese accidente marino, quizás ya más próximo, quizás innexorable, pero esperando que rompa a lo lejos, para que aquí, con él, puedas darte cuenta de las pequeñas aguas arribantes, con sus pequeñas fuerzas, te sacudirán y zarandearan para que las encuentres en el migrante que se busca entre el marasmo de tsunamis de una humanidad de ansías, para ser sólo un garante de su vida y de las que dejó en su tierra, para ser arañado por todas incomprensiones.

Besarás a las compañeras que danzan bajos los escenarios naturales, en el que se hacen ellos, para ser más bellas. Darás la mano para acercarle a un abrazo a quien se niega a reconocer el odio con el que fue amamantado, aunque se transmute en ropajes actos para cualquier deshora. Recorreras las simas por las que ya tus miedos físicos, las tapan con tus rodeos para que no sean testigos de tus prevenciones, pero llegará, esa humeante conjunción de aguas malabaristas, objetos para rasgar y palabras para separar, llegarán: Cataluña; y sabes que se acerca, aunque el istmo la haya retrasado a tu visión, con miras a otros lugares comunes.

Y coges tu tabla, para volver a recordad tus equilibrios, tus orzadas, hacia otras cosas, hacía el libro que te lees ahora, de generales pasados, con frutos presentes que evitan nuestros crecimientos, nuestros encuentros por ser los poseedores ansiosos dirigentes de una sociedad, ya atrapada en la máldita ola, que llegó, que nublo y te sumergió haciéndose la importante, la única, la destructora, cuando en realidad si eres capaz de abrir los ojos, ves a seres humanos, inconformistas; si también sin interés por lo que tú eres, pero eso no lo podrás evitar jamás, porque incluso con ellos para salir a la superficie en algún momento, en miles de instantes, les tendrás que dar la mano, para liberarte de los conductores que te encierran en sus rulos por dónde surfeas.

Y, por supuesto arribarás, con tus pies, con la vela, buscarás acércarte al momento de desviente, pero sin entrar en él; para buscar el límite de la navegación con el viento en contra, ese momento en el que en la cresta, todo se agita, todo parece estallar, papeleras, conexiones, encuentros, olvidos de quienes queman vidas, con abusos en las facturas eléctricas, en los alquileres impúdicos que una sociedad jerarquizada ha permitido por encima del derecho a la vivienda, y sentirás que todo, en ella, en "the wave" te quiere tirar, amordarza, destripar, pero luchas por seguir arriba, porque sabes que quienes sólo tienen ese discurso, quienes olvidan al ser humano, por ser mercurios de intereses privados, una vez caído, termomixado, descuaranjerigado serás sometido a sus inercias y a sus adláteres que se piensan "protectores" aunque sólo lo sean de las sombras.

Y por ella, aguas ya en la orilla cada vez más desgarrada, y por él, interlocutor deseado para encuentros de aprendizajes cotidianos, de respeto por la naturaleza, me rebelo ante esa ola, con visos de ser la única, la que nos atemorice y nos alejé de un agua, receptora de encuentros, de mongos esclavistas, pero también de señores que darán lecciones de superación y búsqueda, de mujeres salidas de las garras de un mundo que le cuesta quitárselas a ellas; bajezas de seres débiles que buscan en la dominación, la impotencia de sentirse hérculeas ante la grandeza de engendrar la vida.

Llegó, llegó la temida ola, de está época que la convierta en la ÚNICA, cuando en realidad somos bañados por mecidos por miles de ellas, algunas muy díficiles de vadear, de evitar, o de que no nos conviertan en un maniqui, inerme y sin futuro.

En estas semanas, algunos, sólo viven en esta ola, triste vida, si no sales del cascarón de una nave a la deriva y no encuentras una vela, casí, rota, pero aún timón para encontrar otros rumbos.

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