viernes, noviembre 01, 2019

En la mesa estabamos y el Mar Menor gemía

Me ha preguntado la señora por que dirección tomar para encontrar la nueva vida construida con el dinero del descenso en glifosfatos entre los aceleradores de fugas continuadas.

Ni idea, la he respondido, no pretenderá que mis años, alejados de los cohetes, puedan darme luz, acerca de las persianas caídas por tantos y tantos tomates deformes arrojados sobre mis percios. Además, señora, no me diga que si va a la botica, y le preparan un producto natural, a tomar dentro de una vasija sin impuerezas, usted va a preferir coger la petroleada bolsa que llama a todas sus amigas para que se acumulen como un nuevo continente entre las aguas antes impólutas que se posaban, a veces nerviosas, a veces dulces sobre las orillas que tenían brazos, siempre demasiado grandes para recibir a cualquier violento.

¿No encuentras demasiado condescendiente esas tierras humilladas, como burros de carga que debieron soportar durante años, los edificios construidos para saliéndose de las alforjas y del sentido comun, ser atiborrads de infraestructuras que terminarán colapsando como refugio de empresas dedicadas a explotar los instantes de años en los que los niños salían ya adultos?

El Mar Menor fue experimento en jamelgo que se qeda quieto, como negándose a caminar y tú en tu glotoneria, en tu ansía, lo interpretas como sumisión ante tu amplia visión del mundo al que llamas para que acuda a comprar tus productos, tus casas sin desagües, tus parques con cabriolas a la salida de los laberintos con que crucificas, al que sólo busca asueto. Y por ello, el animal istmo es capaz de rebosarse, para que ante la realidad de los silentes receptores de prebendas que te van dejando sólo en tu trono de basuras y  defecaciones, empiezan a percibir que sólo le has colocado también a ellos, cuadrúpedos, en sus cabezas, unas antojeras con gafas de billetes, pero con dagas que quiebran las tierras y las aguas, mudas, sufrientes.

Ya habías empezado a buscar otros seres necesitados de reconocimientos, para que su ignominia y su bajeza moral, se vaya vistiendo, en cárteles pixelados de sueños de tetas en pecho, señoros bañados en tintes que se adornan ante la mirada cegada de los que piensan que aquí o allí, todas las arenas limpias, por ello los vuelves a encontrar en parajes donde el individualismo aflora de ciénagas provocadas por quienes te lanzan a ser único y terminas viviendo en tu isla sin barcos que arriben. Robinsones que viéndoos, no construís canales para sanear vuestras comunicaciones sino tuberías con detritus al otro, próximo pero enemigo.

¡Qué paisaje asistir a una peregrinación para el milagro, con los mismos que vistieron a la víctima para el patíbulo!

Pasos en viacrucis para un mar empolvado, con los látigos restallando por quienes se han sentado a descansar sobre el asiento de madera al que arrastras.

Salen salpullidos, me dices, no te asustes, ¿ves quien te los producen?, ahora en tus manos está que los granos no te los toques para que se reproduzcan fecundados en tus dedos. Ahora en tus actos están que quienes se te suben para convertirte en mortaja, sean llevados a los pudrideros, de los que, por desgracia, saldrán de nuevo, pues siempre, incluso ahí encuentran enzimas que transformando sus bajezas, ahora sí, les vuelven otra vez fuertes. Sísifos eternos, con una piedra siempre que aportar a los demás para que ellos vuelvan limpios, sanos, presentables en sus muestrarios, venenosos en sus siempre ansias.

Recuperar es derribar, pero como se tumba a quien se ató en su destino a unos sueños al que no le pusó cimientos. Levantó la vista de su trabajo esclavo y aquel espacio se lo mostraron paraiso, ¿no tenían los suyos, también derecho al paladeo de una de sus pequeñas porciones que les televisaban. ¿Era el quien tenía que analizar la veracidad de lo que se daba en bandeja? o ¿también sería penalizado porque su reflexión de todos son iguales, había abierto la puerta al mercurio, antes sísifo que regalaba sus cargas?

Sería verdad como dice el Mongo, aún lúcido, que les dieron la libertad a los esclavos, para encadenarlos con sus productos, a los que hicieron sus nuevos dioses

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