Si, ahí, en la esquina, aquel chaval, con sus gafas negras me ha señalado, soy yo el elegido para dar las cartas.
No las llevaré a la mesa; las tendré en la cartera por si alguna vez ella me necesita a su lado; la leerá los labios carnosos, intensos, amplios que absorbia mi lengua para que la trepanara en sus terminaciones nerviosas al éxtasis.
Guardaré sus besos en el sillón de los espasmos.
En la silla, aceptaré su invitación a la plenitud
y en la memoria, pensaré haberte abierto tu cielo
para compartir el conocimiento de sernos eternos
Aquí, en los días, en los que nos desvanecemos
en los que nos animalizamos, nos creamos primarios
nos asimos, ciegos de mente, a los destructores
de una sociedad que necesita encuentros, incluso dificiles
Elevar al loco a conductor de una sociedad entregada
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