Vas corriendo, lento, hace dos ó tres años que no te cruzabas con tu antiguo compañero de clase, con tu, luego, compañero de carreras. Estáis hablando tratando de situaros en un tiempo que nos ha comido la vida; y, hoy, otro raro encuentro, la voz salvaje de la juventud, de la locura, del amor a la plenitud que vive un compañero del Piraguada de menos de treinta años.
Nos arrollan sus palabras locas, su empuje de un corazón, quizás, agradecido. Mi compañero de clase hace una retirada "a tiempo", no comprende que quien iba antes arrastrando sus dolores, ahora, se sienta volar, ingrávido, sin nada que le ate, a lo que segundos antes eran cadenas de tierra, con la explosión de vida de este Jorge, bombero, paseante enamorado de la aventura: ahora en el Annapurna, hace poco rodeando en kayak alguna tierra de las Islas de Baleares.
Son minutos, quizás segundos en los que me siento ligero, en el que aquel tiempo con el último equipo del Piraguada, me llenaba de tanta felicidad, como de cansancio acumulado por intentar mantener un proyecto con gente tan joven.
Es la silenciosa manta que rodea, por momentos, los fríos de los tiempos pasados para proporcionar pálpitos de gente que recorrimos España, en furgonetas, en coches, en cansancios. Duro, momentos de desamparo, momentos de una gran felicidad por vivir con aquellas personas esos instantes imborrables
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