Lupita no sé si vendrá. Dolores ha tenido unos días de mucho trabajo y se encuentra cansada
Félix que preparó la última barbacoa, no sabe si podrá acudir. Su vecino, Felipe tiene que ir al huerto, si o sí, dejo por recoger una serie de productos y el aviso de un tiempo frío y lluvioso podría conllevar que se echarán a perder.
Cuando, por fin, me he puesto a elaborar los pintxos se ha ido la luz, aunque ha llegado Sol que traía su linterna que utiliza para correr de 15.000 lumen; todo ha seguido su curso y al tomate me ha aconsejado que lo cortará al modo de Igueldo; no por nada especial, sólo que parece guardar unas formas que se hacen muy agradable a la vista.
Pepe, que es mi nombre, cuando Sol le dice algo, asiente y se pone a tratar de llevar a cabo la propuesta, no siempre es posible pero si en este caso. El rombo que era pinchado luego por una palillo al que había insertado un pequeño filete de pimiento verde más un trozo de guindilla.
En esto ha llegado Koldo, ha mirado y ha aseverado "¡que mierdas son estas!".
Por lo visto, tras unos momentos de dudas y alguna queja, ha tenido que aclarar que Antonio Resines lo ha explicado muy bien.
Se refiere a ese discurso que los mercaderes con micrófono están metiendo entre la sociedad; quizás más en los jóvenes.
Lupita, con sus cien años, entra soltando un improperio y un escupitajo. El primero, aclara, se lo lanza a todos esos enriquecidos que son tan miserables que encima quieren gobernar y morir rompiendo sociedades que les ha dado su riqueza.
El escupitajo, suelta, lo lanza sobre esos mediadores que ponen la cara para llevar a cabo los planes de los anteriores. Pueden no haber trabajado toda su vida. Pero, a parte, de su cuidada ropa; los medios económicos que reciben les tapan también su indigencia moral, con palabras e imágenes grandilocuentes: aparecer vestidos de El Cid, como imaginario, cuando fue un soldado de fortuna.
Vestirle de Conquistador español a quien no ha tenido que salir de su habitación en un soñado palacio y una habitat de vaguería y pilluelo de novela; lazarillo que trampea para recibir ingentes cantidades de dinero que le permita revestir su podredumbre.
Aquí estamos dice Félix a Lupita, con algo de leña, por su tenemos que iluminar para conocer los verdaderos ingredientes de esos parásitos. Felipe, de su huerto, conoce muchos de esos insectos; pero es Sol la que les quema esos andamiajes erigidos para crear imaginarios que invaden las ondas que han sido colonizadas por sus amorales difusores
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